• martes, 23 de abril de 2024
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Blog / La Claqueta

Euphoria: con algunos picos, necesita sacar a sus personajes del instituto

Por Santi Irurtia

La serie juvenil representa uno de los buques insignia, junto a “Succession”, de HBOMax

Zendaya interpretando a la inestable Rue en Euphoria
Zendaya interpretando a la inestable Rue en Euphoria

En verano de 2019 se estrenó la primera tanda de episodios de “Euphoria” con HBO como sello y protagonizada por Zendaya. Aunque la actriz no era el meteorito de popularidad que es ahora mismo, ya había sido estrella Disney y debido a la crudeza de la serie, este era un salto considerable respecto a su marca de chica Disney.

De hecho, las primeras semanas la polémica alrededor de la ficción era sobre la violencia de sus imágenes, si era negativo para la sociedad y la irresponsabilidad de la actriz por conducir a su público a una serie de este tipo. Sin embargo, semana a semana y según avanzaba la serie se convirtió en otra cosa, la calidad de la serie empezó a protagonizar la conversación. La revolucionaria puesta en escena, intensidad dramática y estética (vestuario y maquillaje) y el fabuloso cast la convirtieron en uno de los mayores éxitos de HBO que, además, la conectaba con el codiciado público joven.

Como fan absoluto que empecé a ser ese verano, creo que la serie bien podría haber terminado en el octavo episodio. La serie había sido redonda con lecciones de edición (el cuarto episodio es un viaje psicodélico considerable) y de tratamiento de los personajes (se aprovechaba de todas nuestras preconcepciones: la chica gorda, el quarterback…), estirarla tenía muchos riesgos.

El principal y típico error en series de adolescentes es tener a sus protagonistas hasta quinto de bachiller, con los actores más cerca de los 30 que de los 20 (el principal ejemplo sería “Por trece razones”). La serie hace referencia a que Rue nació el 11 septiembre de 2001 y a que el movimiento Black Live Matters ya ha tenido lugar así que…

Un agujero de guión que estoy encantado de perdonar al creador y máximo responsable, Sam Levinson, tras todo lo que nos ha dado, incluso, desde que terminase la primera temporada. El Especial de Navidad del año pasado, el primer capítulo de esta temporada (una fiesta con una cantidad de situaciones de tensión digna de “Boogie Nights”) y por mostrarnos más a personajes como Lexie o la familia de Nate son los principales ejemplos. Incluso en los episodios menos significativos hay grandes diálogos con profundidad, tantos y tan inmersivos que llenan más la serie que cualquier giro de guion.

Tampoco puedo evitar notar tramas que surgen de forma orgánica y que la primera temporada exigía y otras que simplemente se han creado para dar algo que hacer a los personajes. La ficción parece haber contado casi todo lo que quería sobre personajes como Nate, Cassie, Maddy o Kat pero la segunda temporada no termina de aceptarlo, en ese orden.

A pesar de todo esto, sigue siendo la serie más emocionante que he visto en muchos meses. El gran acierto de la segunda temporada es no replicar ni caer en la estructura de una fiesta cada dos capítulos, es más sosegada y quizás más difusa pero consigue llegar a la catarsis a través de un mecanismo aparentemente sencillo (una obra de teatro de instituto) que revela el núcleo de esta temporada. Tampoco abusan más de la cuenta de una trama tan tentadora como los negocios de Fesco. Ese es el nivel de confianza de Levinson en su material y personajes.

Y por último, había que mencionar la fotografía de Marcell Rév rodada en película con esos tonos dorados y oscuros y la música (Never rains in California, Right down the line y Little star)

La segunda temporada ha sido un éxito con un seguimiento a través de HBO con un crecimiento del 100% respecto al mayor picó de la primera. Así pues, ya se ha anunciado una tercera y sin avisos de estar cerca de la graduación…

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