- sábado, 07 de diciembre de 2024
- Actualizado 09:07
Pocas cosas se pueden volver más insufribles para un abertzale que una gran victoria de la Selección Española de fútbol plagada de jugadores vascos y navarros. Bueno sí, hay algo peor. Saber que la victoria, o una gran parte de ella, ha sido fruto de las jugadas de esos mismos jugadores. O incluso mucho peor, verlos celebrar la victoria entonando el “yo soy español, español, español”. ¡El colmo!
Es un hecho, que en esta Eurocopa jugadores vascos y navarros han tenido un papel notable en la victoria. Y eso, a determinada gente, le duele. Y mucho.
¿Cómo vas a convencer así a los “vascos y vascas” que formas parte de un pueblo distinto y enfrentado al español? ¿Cómo justificas que el Estado español te oprime y niega tus derechos políticos si los deportistas más famosos de tu tierra están encantados de participar en la selección de ese Estado opresor? ¿Cómo explicas a los “txikis” que Simón, Merino, Oyarzábal, Remiro, Zubimendi, y también Monreal o Azpilicueta son muy malos vascos y navarros? ¿Qué pedagogía perversa sobre la ejemplaridad tienes que inventar para que los jóvenes no los quieran imitar? Duro, muy duro.
Es verdad que, hasta hace poco, a los abertzales radicales les bastaba con apoyar el asesinato de los discrepantes y con parasitar cualquier iniciativa social, política, cultural o deportiva para no sentirse discutidos y controlar así lo que se pudiera pensar y expresar. Buenos eran. Y lo siguen siendo.
Hoy, sin la ayuda de las pistolas, todo se les vuelve más difícil para controlar a la peña e impedir que cualquiera vaya por libre. ¡Si hasta en Pamplona hay cada día más chavales que salen a la calle con la camiseta nacional! ¿A dónde vamos a ir a parar? La libertad y la falta de miedo es lo que tienen.
Pero, aun así, los abertzales mantienen en las zonas donde se sienten y son hegemónicos -gracias a organizaciones bien engrasadas de odio y financiación- un estricto control social por el que nadie se atreve a vestir la camiseta de España para celebrar una victoria.
En contra de la selección y de la participación de “nuestros” jugadores, podemos recordar en estos días: la pintada amenazante en el pueblo de la madre de Mikel Oyarzabal, al que consideran -junto al navarro Mikel Merino- un traidor, incluso un nazi (por la esvástica que acompañaba la pintada amenazante); la campañita de “Boikot” a la roja diseñada por la organización juvenil ERNAI (los herederos de la antigua SEGI) en la tarde de la final de la Eurocopa en Pamplona, o la intimidación a una joven en San Sebastián arrebatándole con saña la bandera de España. Y habrá más.
Ya sabemos cómo se las gastan los abertzales radicales cuando hablan de convivencia. Sí, esa que imponen -y vigilan- para obtener sus objetivos de ingeniería social y que encubre una gran mentira.
Lo que realmente les fastidia y desenmascara es que, frente a su paranoia identitaria, España se renueva –al menos en el plano deportivo- sin complejos, sin dogmas, sin prejuicios, sin nacionalismos ni alardes. Sin reproches ni complejos ni agravios históricos o de identidad que lanzarse unos a otros. Una nación que se reinventa con gente capaz, trabajadora y humilde. Con jóvenes venidos de todas partes- Euskadi y Navarra incluidas- a los que les une un esfuerzo común, que supera todas las diferencias. Que no ofende y saca lo mejor de cada uno de ellos al intentar ser los mejores. Que lo son.
La Selección Española de fútbol maneja claves y mensajes que la utopía nacionalista es incapaz de igualar por su tufo racista y su exclusivismo. Yo, he de admitir que no sólo me alegro por las victorias de este gran equipo integrado por vascos y navarros, sino que disfruto, casi tanto, con las muestras de rabia, decepción e intolerancia del abertzalismo patrio ante sus éxitos. Doble satisfacción.
En fin, ¡Viva España!
Pd. Por cierto, en dos días empiezan los Juegos Olímpicos. Los vamos a gozar.
Carlos Salvador Armendáriz
Concejal del Ayuntamiento de Pamplona (UPN)