• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / La vida misma

Indignados

Por César Martinicorena

Vi a aquellos jóvenes que gritaban y se quejaban. En la tele y en directo; en Sol. Todo un mosaico. El movimiento del 15 M supo a gloria. Gloria porque es la primera generación de veinteañeros que, en mucho tiempo, dedica una parte de su tiempo, dinero, intelecto y mala leche a remangarse e intentar dar una buena coz al poder.

Pero hoy no voy a hablar de ellos. Mucho se ha escrito y poco creo que pueda añadir. Lo que me propongo es explicarles a todos esos chavales de quien no deben fiarse. Quién les ha robado la indignación que con tal fuerza expresaron. Déjenme explicarles por qué muchos de los que se sumaron una vez comprobado su éxito no tienen nada de indignados.

¿Saben esos chicos cuál es su mérito? Creo que no. Creo que les han robado el significado de su auténtica hazaña. Explotaron en un país que desde hace treinta años no se indignaba por nada. No os fieis de mi generación o anteriores. Mentimos más que hablamos. ¿Conocen la razón? No. Hablas con ellos y compruebas que no.

Este país solo se ha indignado por el dinero. Esa es la clave. ¡Por nada más! Quienes os preceden no se han indignado cuando un asesino ha presidido una comisión de derechos humanos. Esos antecesores han permitido y alabado una ley que permitía, por ejemplo, a un profesor mantener relaciones sexuales con niñas de trece años. Pusimos el grito en el cielo cuando se fue a una guerra sin guerreros y callamos al acudir a otras a morir como zapadores. Inventamos manifestaciones silenciosas para no molestar demasiado, para que la campiña siga verde y frondosa. Pactamos con el diablo para que nos mataran según en qué aldea. Dejamos morir a unos bomberos porque una comunidad no quiso la ayuda de otra. Son solo unos ejemplos. Hay miles.

Sabed que si os indignáis exclusivamente por el dinero os convertiréis en lo que más asco os da ahora. Debéis entender que la corrupción del dinero siempre aparece en último lugar. El germen es previo. Observad como los conceptos del bien y el mal desaparece de la política y de la sociedad. Indignaos por la pasta y habréis acabado.

Gritad cuando un profesor cometa faltas de ortografía. Id a las barricadas cuando os quieran vender que el feminismo se basa en decir jóvenes y jóvenes mientras en la malvada Alemania una baja maternal dura dieciocho meses. Amotinaos cuando un padre agreda a un profesor por suspender a su hijo. Id a la huelga cuando os provoque arcadas acudir a una universidad por estar hecha una guarrada; por hacer proselitismo del terrorismo, por sectaria, indecente y vividora. Clamad al cielo cuando la libertad de cátedra sea utilizada para vender mierda al vacío en vez de para formaros intelectualmente. Huid del que dice representaros y lleva viviendo del sistema eones. Menospreciad los pactos contra la corrupción perpetrados por los corruptos. Protestad con el alma si alguien os dice “es que tú no viviste con Franco”. Contestadle que “tú no has vivido sin él”. De paso, pedidle que os enseñe las cicatrices.

Indignaos si etiquetan vuestra queja como parte de una ideología cuando responde a una profunda idea del bien y de lo correcto, no solo cuando os toquen el bolsillo. Conseguid eso y la corrupción económica se reducirá de manera exponencial. No lo hagáis y os seguirán robando, como en gran parte os han robado la Puerta del Sol.

Jamás penséis que el voto os define. Tened en cuenta que sois, que somos, mucho más grandes que una papeleta. Mucho más que observadores de un debate con pacto previo de no agresión. Id a la guerra cuando os quieran encerrar en un movimiento que elimine vuestra individualidad, vuestra unicidad. Mandad al carajo al que os llame “sociedad” y nunca os trate como individuos.

Juro que es la última vez. Ya son mayorcitos.


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