• jueves, 18 de abril de 2024
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Opinión / La vida misma

Récord de trasplantes

Por César Martinicorena

De vez en cuando te desayunas con fantásticas noticias, con cifras que te levantan el ánimo.

Navarra, como el resto de comunidades españolas, aumenta sus baremos dando un empujón a nuestros maltrechos ánimos cívicos.

La capacidad para el bien, esa cosa extraña que da trascendencia a la existencia, rezuma por cada punto cardinal del país de forma anónima y altruista. En España, el donante no conocerá al receptor un órgano- con alguna excepción por ser el primero un familiar- ni el segundo de quién lo recibe. Este hecho merece un minuto de atención puesto que se huye de aquellas almas caritativas que se dedican a decir en los medios que son almas caritativas.

Las fiestas marbellíes para ayudar al cáncer de uñas con su correspondiente elongación de egos pueden valer como ejemplo. A la generosidad del donante hay que añadir, por supuesto, la capacidad del estado y las redes médicas para llevar a cabo la tarea. Cuando hay motivo para alabar, bienvenido sea el alabo. Sin perjuicio de que siempre se pueda mejorar parece que en este aspecto se aprueba y con nota.

 ¿Debería obligarse a que el fallecido se convierta ipso facto en un potencial donante? Confieso que, a botepronto, mi contestación es negativa pero una amiga me afea la postura retándome a sostener tal afirmación en caso de que en mi familia, como en la suya, se hubieran necesitado tres trasplantes con sus respectivos donantes. ¿Tiene razón? Probablemente.

 No es sencillo. Mi miedo nace del hecho de imponer vía legal al individuo una obligación como la citada. Por el contrario, la necesidad inminente de otro ser humano parece razón suficiente para hacer legal dicha obligación. No me resulta sencillo. Ideología y realidad chocan de hoz y coz en casos como este. La potencia del estado contra la libertad del individuo. En teoría estoy en contra de la obligación. Pero como dice mi amiga-conciencia, ojalá no te pase y tengas que mandar al guano tus principios.

Tampoco podemos dejar de lado la toma de postura de la señorita podemita Bescansa. Hay muchos donantes porque se muere mucho en el coche. ¡Eso! ¡Toma desideratio político! Desde luego, los hay que cada vez que abren la boca-tuíter te tienes que cambiar los guayumbos. Mira que es acogedor y reconfortante diseccionar los porqués de tanto ángel humano. Pero no. Hay que sacar tajada en forma de especulación necia y vacua. Puntada sin hilo, dicen. Descansa Bescansa.

 Como decíamos al comienzo, anonimato y altruismo son características ineludibles de nuestro sistema de trasplantes. Leo por ahí que en EEUU no es así ya que se ha dado el caso de donantes blancos que se han negado a dar su lo-que-sea a un receptor negro- hay que ser hijo de mala madre….!de padre, de padre ! ¡perdón!-. Del mismo modo, en Alemania montan festorros donde quienes comparten médula pueden conocerse e irse de sueros. Alemanes adelantándonos en juerga. ¡El acabóse!

 En fin. Qué maravilla de noticias. La generosidad del individuo con su primera y última propiedad alcanza cotas, siempre lo hizo, que jamás podrá entender un código legal. Hay que congratularse. Uno de esos días que te apetece gritar ¡Viva navarra y Viva España! Y si le molesta a algún melón, todavía mejor.


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