• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / La vida misma

Sentencia violenta

Por César Martinicorena

Ya está. Ya he leído todo lo que debía de leer y hablado con todas las personas con las que debía de hablar. Digamos que he preferido prepararme para expresar un pensamiento en vez de explotar por los sentimientos.

Multitudinaria manifestación en Pamplona en protesta por la sentencia de La Manada. PABLO LASAOSA 19
Multitudinaria manifestación en Pamplona en protesta por la sentencia de 'La Manada'. PABLO LASAOSA

La primera reacción con todos los datos en la mano es la que más me duele. La sentencia está absolutamente sujeta a derecho y si alguien no entiende que esa es exactamente la mayor de las tragedias es que no sabe por dónde sopla el aire. Hace tiempo que venimos hablando de la diferencia entre lo legal y lo bueno- o justo- pero parece que debemos repetir esta evidencia hasta el hartazgo.

Tenemos un problema de proporciones bíblicas con la violencia. De hecho, con las dos violencias: la que produce el delincuente y la que debe de ejercer el estado. La segunda es aquella que debe defendernos de quien ejecuta la primera. La segunda nos está dejando, nos ha dejado, huérfanos a hombres y mujeres ante la barbarie. En esta ocasión la víctima parece haber sido, “sin más”, abusada. Lo que ni Dios entiende es como puede existir un código penal, legal, en el cual el concepto “abuso” no implique por definición el ejercicio de la violencia. 

Tenemos un gran problema. Legal y social. A este segundo me quiero referir. ¿Entienden ahora ciertos bien-pensantes cómo la ausencia de una buena mano de hostias no implica ausencia de violencia? ¿Hace falta exponer ejemplos para demostrar científicamente que hoy en España la violencia continuada es el pan de cada día en un sinfín de ámbitos? ¿Entienden ahora como la violencia implícita en el día a día no necesita del derramamiento de sangre o los huesos rotos para matar en vida a quien la sufre? Ahí duele ¿verdad, cabrones?

No es que lo que ocurrió en fiestas fuera una violación, es que se trata de una de las más execrables a las que hemos asistido en los últimos tiempos. ¿Y por qué? ¡Porque ha sido legal su maldita inocencia por agresión! Porque tres jueces han decidido en la sentencia más salomónica del siglo XXI que ser violada implica una actitud equis en la víctima y no en el victimario. En el animal, en la bestia, en el despojo moral, en los mayúsculamente incultos y minúsculamente hombres que han perpetrado tal abominación.

A La mujer. Ni por un segundo me atrevería a dar opinión sobre lo que llega a sentir una mujer en el trance diario de ser violada de mil y una maneras. La empatía, por mucha de la que disponga, no nos puede hacer entender a los varones aquella violencia que, en dosis cambiantes, sufren las mujeres por el mero hecho de serlo. Para comprenderlo no nos queda más que utilizar la razón y el simple ejercicio intelectual de reflexionar sobre la libertad individual y la propiedad absoluta que todo ser humano posee sobre su cuerpo y mente. Esa libertad y propiedad que les está siendo hurtada, conculcada, a las mujeres con sentencias como la presente. En ellas está cayendo la carga de la prueba en casos como el de San Fermín. Ahí radica la sinrazón.

Me importa una mierda que la preparación de la chica para los interrogatorios haya sido deleznable. Me importa un carajo que el lenguaje- siempre el maldito lenguaje- valga para inferir que abusar no implica violencia- qué barbaridad, por Dios- Me la trae al pairo que miles de personas se indignen de manera tremebunda cuando el hecho les cae cerquita y no cuando la ejercen “los suyos”, los que mean colonia cerca de su terrario. Rasa y al pie, decía el clásico.  Y los indignados a ratos, a la roca Tarpeia.

¿Dónde están ahora todos esos mangantes mentales que dicen que el código penal español es de los más duros de Europa?  ¡Falsarios! ¡Canallas! No es lo que dice la letra lo que indica cómo de duro es un código legal  ¡Es la norma! Es el espíritu que sustenta la ley y su forma, por costumbre, de darle cumplimiento. El modo tal y como empleamos nuestros códigos. ¿Hay que poner ejemplos? ¿De verdad?

Seamos serios. Si vemos los fenómenos violentos y de corrupción que ha sufrido este país los últimos cuarenta años  como una pandemia sólo podemos llegar a la conclusión de que la reacción del estado y sus códigos legales se acercan más a una ONG pro-Ku Klux Klan que a una sociedad moderna y/o justa.

La tragedia que ha sufrido esta chica, esta violación múltiple, nos coloca ante el espejo para ver en el reflejo una sociedad cobarde que tiene un miedo atroz a condenar como exige cualquier sociedad justa a lo peor del ser humano.  Anteayer fue Ortega. Ayer fue Nagore y hoy la pobre “abusada”. Mañana seremos usted o yo o el de más allá. Y mujeres, por arrobas. Sin un día de descanso, ellas. Como un goteo insaciable.

Por cierto. Ahora que venga el nauseabundo juez Bosch y les diga a todas las mujeres españolas que se están manifestando…!por venganza! y no por justicia. Que le eche huevos a sus miserias. Ya está bien. ¡Ya vale de ser sojuzgados por pedir justicia! Ah, por cierto. ¡Vamos ahora todos juntitos a llorar por la reinserción de las hienas! ¿Vale

Cuando vinieron a por mí ya era demasiado tarde, rezaba Niemöller. Ya vinieron a por muchos y aquí seguimos. Embebidos en diatribas sobre el beneficio o no de la perpetua. Luchando entre los dignos para mayor satisfacción de los monstruos.

Quería acabar con dos palabritas que produjo el juez proclive a la absolución de los cinco: Regocijo y jolgorio. Aquí debo parar y tentarme la ropa, porque si sigo soy yo el que acaba en la cárcel.


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