• sábado, 27 de abril de 2024
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Opinión /

El obligado final de una etapa en Unión del Pueblo Navarro (UPN)

Por Editorial

El partido regionalista afronta en breve cambios importantes que marcarán su futuro después de tres legislaturas fuera del Palacio de Navarra y con sus peores resultados electorales en décadas. 

Yolanda Ibáñez, Javier Esparza y Enrique Maya, los tres cargos unipersonales dentro de UPN. ARCHIVO

UPN afronta este fin de semana la reunión de su Consejo Político con la incertidumbre de no conocer todavía cuál será el rumbo del partido. Aunque su actual presidente, Javier Esparza, anunció que no se presentará de nuevo a las elecciones como candidato a la presidencia del Gobierno, lo cierto es que todavía no ha confirmado si quiere seguir al frente del partido. 

Es habitual en UPN que el candidato a la presidencia del Gobierno o el propio presidente de Navarra ocupe también la dirección del partido, algo que ocurrió con Miguel Sanz, Yolanda Barcina o el propio Javier Esparza, que tomó el timón de UPN cuando se convirtió en jefe de la oposición en 2015 y ya había concurrido como candidato de los regionalistas en las elecciones de aquel año. 

Javier Esparza ha dirigido UPN en los momentos más complicados para Navarra de las últimas décadas, con la comunidad entregada, a través de las manos de los socialistas, a los partidos que sueñan con eliminar la idiosincrasia de Navarra como Comunidad diferenciada dentro de España. Los nacionalistas vascos han manejado a su antojo la Comunidad foral y ahora van a ser premiados por Sánchez y Chivite con la alcaldía de Pamplona, una situación imposible de pensar hace sólo 5 años, cuando los propios miembros del PSN dibujaban de cara a la galería unas líneas rojas que ahora se han saltado y dinamitado por mantenerse en el poder a toda costa y a cualquier precio. 

Pero alejados de todo el ruido de la moción de censura en Pamplona, lo cierto es que UPN afronta su tercera legislatura consecutiva fuera del Palacio de Navarra, donde había permanecido desde la llegada de Miguel Sanz en 1996 y hasta el último año de Yolanda Barcina, en 2015. Casi 20 años de prosperidad en una tierra que se convirtió en la envidia del resto de España por sus altos índices de calidad de vida y por figurar en todos los ránkings en primer lugar, tanto por su envidiable sanidad, como por sus magníficas cifras de empleo, educación o competitividad fiscal. 

Todo eso pasó ya a su lejano segundo plano y ahora Navarra se ha convertido en una comunidad del montón, con listas de espera interminables en salud, índices de paro peores que muchas otras comunidades, informes educativos muy mejorables y una presión fiscal que provocan la huida y no llegada de nuevas empresas a nuestra tierra. 

A pesar del descalabro que se dibuja y que la sociedad percibe cuando acude al médico, paga impuestos o trata de acceder a un servicio público, UPN ha sido incapaz de recuperar la confianza de los navarros y sus resultados electorales han ido empeorando con el paso de los años. De la ilusionante coalición Navarra Suma solo quedan los rescoldos del fuego iniciado con la expulsión de UPN Carlos García Adanero y Sergio Sayas, a los que se echó del partido por negarse a pactar con Sánchez la reforma laboral a cambio de cuatro migajas. ¡Quién lo diría ahora después de ver a Javier Esparza llamando escoria a los socialistas en el Parlamento tras perder Pamplona! ¿Ahora se han dado cuenta?

No será porque muchos no se lo advirtieron. Los últimos 4 años de UPN se han basado es una estrategia fallida de tratar de acercarse al PSN y conseguir su beneplácito, mientras los socialistas insultan y escupen de manera permanente a cualquier persona alejada de sus intereses. Las cenas y encuentros con Cerdán y Bolaños para complacerles sólo han servido para chulear a un partido que ha cosechado resultados electorales impropios de la fuerza política que era siempre el primer partido de Navarra y que en las pasadas elecciones de julio se convirtió en la ¡CUARTA! opción de los navarros por detrás del PSN, EH Bildu y el PP. Una humillación sobre la que no ha habido ninguna reflexión interna, pues no se ha convocado al Consejo Político o a la asamblea en todo este tiempo. 

Parece bastante sensato pensar que, en el próximo Congreso que UPN convocará para primavera, Javier Esparza no debería optar a la reelección de su cargo. Decíamos antes que Navarra ha vivido tiempos convulsos y es de justicia también reconocer los continuos esfuerzos que Esparza ha hecho para manejar el barco en la tempestad. No sería honesto tampoco tratar de atacar al presidente del UPN por intentar por todos los medios reanimar a un paciente que cada día presentaba peores síntomas, pero la realidad es que Esparza no ha sido capaz de encontrar la cura y el enfermo ya está en la UCI, camino de los cuidados paliativos. 

Javier Esparza debe de ser reconocido por su trabajo incansable como presidente de UPN con el aplauso de sus militantes, pero al mismo tiempo debe de ser capaz de facilitar un cambio ordenado y cabal para colaborar con la próxima dirección que salga elegida en el Congreso de UPN. No son momentos de luchas intestinas ni de palabras gruesas, sino de cabeza fría y medidas encaminadas a armar una nueva corriente de ilusión que fortalezcan al partido de cara a los comicios de 2027. 

Quedan menos de 4 años para volver a pasar por las urnas y UPN debe trabajar para reconducir la brecha política de los últimos años, volver a reunir en torno a la familia a todos los que salieron o fueron invitados a irse o expulsados y tratar de volver a liderar, con las fórmulas que siempre ha tenido éxito, el centro derecha de Navarra. 

Los votantes y simpatizantes del partido necesitan escuchar otras voces, un cambio de estrategia radical y un mensaje que cale y llegue al más amplío número y sectores de la sociedad navarra. 

El próximo presidente de UPN debe de ser el próximo candidato a la presidencia de Navarra, sin ninguna duda. No valen ahora medias tintas, ni parches, ni probaturas ni presidentes de paja. Hace falta una mano firme que tome el mando con solvencia y dedicación, alguien capaz y que tenga la autoridad dentro del partido para enarbolar de nuevo la bandera de UPN, un partido que nació para defender Navarra y que encontrará en su camino los enemigos más grandes a los que se ha enfrentado nunca. 


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