• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / Desde la década de 1990 realiza entrevistas para el periódico El Mundo.

Títeres, dimisiones... imaginarias

Por Esther Esteban

Este país no tiene arreglo. 

Que niños entre tres y seis años vean desde sus ojos de la inocencia a títeres que violan a monjas, matan jueces y exhiben pancartas que le hacen la ola a ETA o Al Qaeda se considera, por parte de algunos, un ejercicio de libertad de expresión y se escandalizan porque los títeres causantes del desatino paguen penalmente la negligencia. Se pone la lupa en los titiriteros y se pide su puesta en libertad -cosa que yo comparto- para intentar tapar las responsabilidades políticas de la concejala que los contrató y que sigue pegada, como una lapa, al sillón de su cargo. La alcaldesa encargada de velar porque esto no ocurra sale a la palestra pide perdón, algo muy loable, pero no tiene libertad para cesar de forma fulminante a la concejala en cuestión ¿cómo se digiere esto?..

Últimamente lo que me parece más interesante de los periódicos, tal como esta el patio de la actualidad, son las "cartas al director" donde los ciudadanos dicen cosas cargadas de sentido común, algo que se echa muchos faltar en la clase política. "¿Se imaginan a Charles Chaplin en la cárcel por hacer apología del nazismo por su película el gran dictador, o acusar a Santiago Segura de ultra machista por protagonizar y dirigir Torrente?". El arte nos pone frente un espejo porque su función es mostrar una realidad, muchas veces mediante la ironía o la exageración caricaturizada. Si nos quedamos en lo superficial resultaría que cualquier película sobre el nazismo con sus esvásticas, sus mítines y Hitler correspondiente convertiría a su director en nazi igual que una obra en la que sale una pancarta que se refiere a ETA o Alkaeda convierte inevitablemente a sus intérpretes en terroristas. La pregunta que nos debemos hacer es hasta donde estamos dispuestos a sacrificar la libertad de expresión por intereses puramente políticos?, "¿Je suis Charlie sólo cuando está de moda?", se preguntaba Javier Pérez en esa sección de un periódico nacional. Comparto por supuesto la filosofía de que poner puertas al arte en cualquiera de sus manifestaciones puede chocar con la libertad de expresión y pone en valor el conflicto tantas veces planteado y no resuelto de cual es la línea que separa una cosa de otra. En este asunto sin embargo hay unas cuantas reflexiones a tener en cuenta entre otras que esta obra se dirigía a niños y los titiriteros lo sabían, por lo que al ver el tipo de espectadores deberían haber advertido a los padres o, simplemente, hacer honor a lo que su oficio representa y cambiar sobre la marcha el guión, improvisando.

El tema -más allá de que según el juez estos hechos son constitutivos de un delito tipificado en el artículo 510 del código penal porque la pancarta supone enaltecer o justificar públicamente los delitos terroristas- es que los titiriteros están en la cárcel y la concejala sigue en su puesto. En una escueta y lacónica comparecencia ante los medios de comunicación señaló que los servicios jurídicos municipales habían iniciado acciones para rescindir el contrato con los dos programadores designados para organizar el carnaval de 2016. Es decir se vuelve a lo de siempre: se intenta calmar la polémica echando a sus colaboradores y así ella escurre el bulto de la responsabilidad soltando lastre por el eslabón más débil de la cadena.

Eso sí, la concejala de cultura en cuestión, Celia Mayer, eludió en dos ocasiones la pregunta de si pensaba dimitir y señaló reiteradamente que el Ayuntamiento "se siente absolutamente indignado con los títeres". El cargo es el cargo y la poltrona la poltrona y por eso ni se inmutó cuando le preguntaron reiteradamente si piensa asumir algún tipo de responsabilidad personal después de las múltiples polémicas que ha provocado en los últimos meses y su nefasta gestión en la cabalgata de Reyes, su ignorancia en la retirada y posterior rectificación de los símbolos franquistas y por último el caso titiriteros.

Cuando la alcaldesa Manuela Carmena pidió perdón y dijo "ha sido un error muy grave y tiene que haber una responsabilidad de las personas que no han hecho lo que debieran", todos pensamos que a la concejala le quedaba un telediario y que sería cesada fulminantemente. No ha sido así y aunque la extraña familia que se ha formado en el ayuntamiento madrileño se empieza a romper, la alcaldesa da la sensación, inevitable, de que no es libre para actuar. Ella se apoya en su núcleo duro mientras cinco de sus ediles se sumaban a las peticiones para que se dejara en libertad a los titiriteros a los que el propio ayuntamiento denunció ¡Menuda esquizofrenia!


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