• jueves, 14 de noviembre de 2024
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Opinión / Editor del Grupo Diariocritico.

Cuando los extraños compañeros de cama hacen manitas

Por Fernando Jauregui

Que la política hace extraños compañeros de cama, como dijo -creo, porque todo dicho cínico y lúcido se le atribuye- Winston Churchill, es algo ya tópico, de tan obvio.

Como en la serie Borgen, pero de manera más implacable, en el Parlamento español se trenzan y deshacen alianzas que nacen, crecen, se multiplican y mueren a velocidad desconcertante para el espectador, que en este caso es el ciudadano que tributa y vota.

Porque ¿cómo analizar la extraña entente de dos formaciones que hace un año simplemente se declaraban odio eterno, como es el caso del Podemos de Pablo Iglesias y del Ciudadanos de Albert Rivera?

Solamente la escasa movilidad reformista, o regeneracionista, de Mariano Rajoy explica que dos colores que simplemente se repelen en cualquier vestimenta civilizada, el morado y el naranja, anunciasen esta semana que concluye que caminan hacia acuerdos de quién sabe qué alcance, incluyendo los de reforma constitucional.

¿Están los extraños compañeros de cama simplemente haciendo 'manitas', como festejó, jacarandoso, el portavoz del Gobierno, Iñigo Méndez de Vigo? ¿O tratan de consumar algo que traería mayores consecuencias?

Personalmente, no creo en esta segunda posibilidad. Me parece obvio que, en este cuarto de hora, Podemos trata de colarse por todas las rendijas, a la espera de que en el PSOE se consumen -o no_ sus anhelos para llegar a ese pacto de la izquierda que ya abortó hace un año el propio Pablo Iglesias, y que esta vez, confía él, llegaría a una moción de censura contra Rajoy.

Y también juzgo evidente que, en estos mismos quince minutos, Ciudadanos anda despistado, despechado por los incumplimientos por parte del PP de los acuerdos mediante los cuales Rivera posibilitó que Rajoy permanezca en La Moncloa.

Del PSOE, silente y expectante ante la que pudiera ser su definitiva catástrofe, poco que decir: anda por el Congreso de los Diputados como una especie de fantasma que trata de hacer ruido al arrastrar sus cadenas, mientras mira, aprensivo, cómo Pedro Sánchez cosecha financiación y adeptos en su 'road show' por España. Hoy por hoy, el PSOE no anida en lecho alguno.

El cuadro que describo no arroja un futuro consolidado. Es todo más bien provisional. No creo, siguiendo con la parodia de Méndez de Vigo, que naranjas y berenjenas pasen de hacer manitas.

Una mañana de estas se despertarán, sobre todo los primeros, y se horrorizarán al ver a quién acogieron anoche en su lecho, que no es lo mismo una coleta recogida que una maraña desmelenada.

Por otro lado, de lo que ocurra con los socialistas allá por mayo-junio dependen, claro, muchas más cosas, incluso un posible adelantamiento de elecciones, con el que Rajoy evitaría un 'Gobierno de progreso' salido de una moción de censura contra él.

Pero no anticipemos acontecimientos: la debacle del PSOE traería consecuencias horribles para todo el país, bastante convulsionado ya por las noticias que llegan desde los tribunales en Cataluña.

Y, así, todo se inscribe en la insoportable levedad del ser político español. Miramos hacia Soria más que hacia Siria, hacia Murcia mucho más que hacia Marte. Y, mientras, el dinosaurio del secesionismo catalán sigue, al despertarnos de la extraña compañía nocturna, ahí.

Cada vez más embarrado, en medio de una sensación generalizada de que el España 'ens roba' era más bien un robo de unos catalanes estelados a otros catalanes que andan en las nubes.

Llegará el momento en el que Rajoy deje de ensimismarse ante lo bien que le tratan Merkel y Hollande cada vez que sale por los Pirineos; llegará el instante de la verdad, que es el de las urnas internas, para la militancia socialista; a Rivera le llegará el momento de centrarse, y en Ciudadanos acabarán haciendo oír su voz los que piensan, y no dicen, que fue una lástima que Rivera no entrase, cual mosca cojonera, en el Gobierno de Rajoy, para obligarle a abandonar esa actitud 'dilettante' de 'sir' inglés paseando por Bond Street.

Y entonces, cada cual ocupará su lugar, cada oveja se irá con su pareja y comprobarán eso: que la aventura de una noche loca muchas veces deja el amargo regusto del amanecer junto a un cuerpo que no recordamos bien cómo diablos llegó allí.

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