• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión /

La batalla de Noáin: otra burda manipulación de la historia (III)

Por Jaime Ignacio del Burgo

Es el momento de las conclusiones tras los hechos relatados en los dos primeros artículos sobre la batalla de Noáin y las manipulaciones históricas. 

Tiziano 1548. Retrato del emperador Carlos V, el pacificador de Navarra. IiI
Tiziano 1548. Retrato del emperador Carlos V, el pacificador de Navarra. IiI

Es radicalmente falso que en la batalla de Noáin murieran cinco mil navarros. La inmensa mayoría fueron franceses. Y en las tropas del emperador formaban gran número  navarros de la facción beamontesa. Entre ellos se distinguió Lanzarot de Gorráiz, que recibió una gran recompensa económica que destinó a la construcción del palacio-castillo que ha llegado hasta nuestros días y en el que se hospedaría andando el tiempo el propio emperador Carlos y su esposa Isabel de Portugal.

Es falso que en la batalla de Noáin se consumara la pérdida de la “independencia nacional” de Navarra. En aquella época no había un sentimiento nacional navarro. En todo caso, podría decirse que a partir de entonces se consolidó definitivamente la adscripción de Navarra a la monarquía española.

Poco después, los agramonteses –incluidos los hermanos de San Francisco de Javier–, bajo los auspicios de otro ilustre agramontés, Martín de Azpilicueta, el célebre “Doctor Navarro”, reconocieron al emperador, cuya política consiguió en poco tiempo borrar la endémica división del reino entre beamonteses y agramonteses. Estos últimos, tras la amnistía general decretada el 24 de febrero de 1524, recuperaron los bienes confiscados en 1512 y 1516.

Hay otro dato que los falsarios de la historia pasan por alto y es el de que en todos los sucesos anteriores tuvieron una intervención decisiva los vascongados o vascos de Castilla, que –como leales súbditos de la Corona castellana– nutrieron los ejércitos de Fernando el Católico y el emperador Carlos.

Al parecer, actualmente a los ciudadanos nacionalistas de la Comunidad Autónoma Vasca les irrita la denominación de vascongados. Hasta que el nacionalismo ha conseguido la imposición de su pensamiento único, sus antepasados se sentían orgullosos de serlo y presumían de haberse integrado de forma voluntaria mucho antes de que Navarra fuera conquistada. Así se puso de manifiesto en el tenso conflicto de protocolo entre la Diputación del Reino de Navarra y la Diputación del Señorío de Vizcaya de 1745 porque ésta había precedido a la navarra en el besamanos de la infanta de España y delfina de Francia, María Teresa de Borbón, hija de Felipe V, casada con Luis  Fernando de Borbón, hijo mayor de Luis XV, que no sobrevivió a su padre, cuando aquélla se dirigía a Reino vecino.

Lo que hubo entre 1512 y 1515 fue, en realidad, un cambio de dinastía. A los Foix-Albret, vasallos del rey de Francia por sus grandes posesiones ultrapirenáicas, les sucedieron los monarcas de la casa de Austria, que pacificaron el reino e iniciaron una época de prosperidad que duró tres siglos. Las dinastías francesas que se sucedieron desde la muerte del rey Sancho VII el Fuerte en 1234 no pudieron torcer la vocación española de Navarra. Tampoco lo consiguieron los agramonteses fieles vasallos de los Albret-Foix en los que primaba sobre cualquier otra consideración el mantenimiento y ampliación de  sus privilegios nobiliarios. La política de mano tendida practicada por el emperador Carlos conseguirá recomponer la unidad del reino y en poco tiempo acabó por borrada la división entre agramonteses y beamonteses. Las instituciones del reino, especialmente las Cortes y la Diputación del Reino constituyeron un valladar casi inexpugnable frente a los excesos o la vulneración de los Fueros perpetrados por los virreyes. Para Navarra los siglos XVI XVII y XVIII fueron siglos de oro.

El pueblo navarro no debió sentir el yugo español cuando desde la incorporación a la Corona –según Alfredo Floristán-  participaron masivamente en las empresas comunes de la Monarquía, y salieron del reino para combatir en Flandes, Italia, el Mediterráneo o las Indias, para estudiar en las universidades castellanas y para ocupar puestos diversos en la administración civil y eclesiástica.

Probablemente, los navarros que se incorporaron vitalmente a la Monarquía, para servirla fuera del reino de diversas maneras, fueron proporcionalmente más que los aragoneses, catalanes o valencianos en el mismo caso”. Un notable periodista como Jesús Etayo, que llegó a ser director del periódico nacionalista “La Voz de Navarra” durante la II República, escribió: “De aquí salieron conquistadores y virreyes para las Indias; y guerreros para Flandes y para Italia, y para Alemania, y para Lepanto, y para todas las guerras que la casa de Austria hubo de sostener en su política católica e imperial, e incluso para la guerra de sucesión de Cataluña; y dimos prelados como Carranza a la primacial sede de Toledo y obispos a muchas otras diócesis; y a la Compañía de Jesús que se consideró en sus orígenes, una institución española, aportamos una figura como Xavier, que es la más gigante de sus figuras, emparejable con la del fundador, el vasco Iñigo de Loyola; y la ascética y la mística española del llamado Siglo de Oro, se abrillantaron con libros como los de Palomo de Echaide y Diego de Estella" (“Algunas interpretaciones y glosas de la historia de Navarra”. Del libro “Navarra, ayer, hoy y mañana (Pamplona, 1972).

En 1800 Navarra y Andalucía eran los territorios españoles con mayor nivel de renta per cápita, según Juan Velarde, presidente de honor de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Y Jimeno Jurío, medalla de oro de Navarra concedida por el gobierno de Uxúe Barcos en 2015, escribió en su “Historia de Pamplona”: “Navarra continuó tal independiente como antes, agregado entre las comunidades del imperio hispánico, unidas en la persona de u nos soberanos, pero conservando plena su autonomía jurídica. Reyes y virreyes guardaron fueros y recibieron el juramento de fidelidad de los navarros. Como lo habían hecho las dinastías francesa de Champaña, los Capetos, los Evreux, los Foix y los Labrit. Pero con una diferencia entre éstos y los Austrias. Los monarcas hispanos muestran un sincero y escrupuloso respeto al estatuto constitucional del reino, que para sí hubieran querido los Infanzones de la Junta de Obanos, y los vasallos de Sancho el Fuerte, de los Teobaldos, de Juan II y de los Foix-Labrit”.


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