• viernes, 12 de septiembre de 2025
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Opinión / A mí no me líe

Asirón: el alcalde de Pamplona contra la libertad de expresión

Por Javier Ancín

"Qué mal lleva Asirón que no le quieran. Es que se vuelve majara, no lo soporta. Y se le va la mano, claro, calzándole una sanción desproporcionada a un pamplonica".

El alcalde de Pamplona escoltado en la procesión de San Fermín. NAVARRA.COM
El alcalde de Pamplona escoltado en la procesión de San Fermín. NAVARRA.COM

La Irroña despótica de Asirón es para verla. Tenemos un nuevo episodio. A un tío le han caído 12.000 € de multa por, en San Fermín, gritarle al alikate.

Qué mal lleva Asirón que no le quieran. Es que se vuelve majara, no lo soporta. Y se le va la mano, claro, calzándole una sanción desproporcionada a un pamplonica que lo único que hizo fue expresar su disconformidad con el poderoso alikate, encapsulado por un dispositivo policial de flipar.

Incluso en el vídeo que ha vuelto a circular por todos lados estos días, se ve que se encara con el ciudadano, llevándose la mano a la boca para buscar gresca, tú, envalentonado por llevar guardaespaldas, claro. Al final, se lo tienen que llevar de allí sus escoltas a empujones. Llévatelo, que nos la lía, ¡que nos lía!, más para proteger al ciudadano que a Asirón, encendido como un jabalí a punto de embestir. Menudo sainete.

Analizando la escena, el alikate abusón me recuerda a un Jesús Gil de ikastrola cuando le soltó una hostia al presidente del Compostela, protegido por unos maromos como armarios. Así cualquiera es valiente. Con buena picha, bien se jode, que dicen los riberos.

En cambio, su concejal de Seguridad se sube a un escenario a brindar a favor de los presos que asesinaron a esa policía que le protege y le premia manteniéndole en el cargo de jefazo de los munipas de Irroña. Ni medio reproche, tú. Para ese no ha habido multa.

Por no hablar de sus seguidores aberchándales en la calle Curia, que llevan años no solo gritando a los miembros de la oposición, sino también agrediéndoles sin que el alikate haga nada por impedirlo. Ni lo condena, claro. ¿Cómo va a condenar a su ideología, que lleva la violencia en su ADN mitockondrial?

El truco de siempre: la ley mordaza del aberchandalato a pleno rendimiento. Si eres aberchándal, puedes hacer lo que quieras porque, oh, la libertad de expresión te ampara; pero si eres un tipo normal, no puedes gritarle al alikate del partido de ETA porque eso no es libertad de expresión, sino que es discurso del odio.

Nada original, por otra parte, que esta estrategia es universal. Mira en EE.UU.: no hay como que te acusen de utilizar el discurso del odio para que te cancelen, buscando silenciarte o, directamente, para que te asesinen en directo, silenciándote ya irremediablemente.

En Pamplona, al que había que silenciar, para él no hubo libertad de expresión: era a Tomás Caballero, por pedir a los aberchándales que no mataran, no al concejal del partido de ETA que brinda por los presos que lo asesinaron. Pero eso no es odio, no… eso es amor, amor aberchándal.

Un poco como el amor de la mantis religiosa cuando te pilla por banda cuando quiere mambo, o el de los marcianos de Mars Attacks! cuando llegan a la Tierra y empiezan a freír a todo el mundo con sus pistolas al grito de: "No corráis, somos vuestros amigos". Y eso es todo.

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