• jueves, 12 de septiembre de 2024
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Opinión / A mí no me líe

Echo de menos aburrirme en verano

Por Javier Ancín

"Echo de menos aburrirme en verano, comprar con los amigos unas bolsas de pipas y pasar la tarde tirados en la vuelta del castillo, imaginando dónde estarían en ese momento las chicas que nos gustaban"

Dos chicas pasando una tarde en la Vuelta del Castillo. IÑIGO ALZUGARAY
Dos chicas pasando una tarde en la Vuelta del Castillo. IÑIGO ALZUGARAY

El tiempo vuela. Queda semana y media de agosto y ya parece que todo va a terminar, con ese sol que nos va robando horas de luz. El malvado ya se pone antes de las nueve. Todo se apresura, se aprieta. Vivimos no en la velocidad sino en la aceleración. La velocidad de crucero en un avión es sosiego, placidez en las alturas viendo nubes abajo. La aceleración te tiene contra el asiento, sin poder menearte, rodando por la pista, rompiendo la gravedad en ese punto exacto donde las ruedas despegan, sedespegan, del suelo, cuando los motores rugen a todo trapo.

En julio saltó la noticia que el alcalde loco de Vigo ya había puesto las luces navideñas. Cualquier día rompen el calendario y de tal acelerón, por ganar tiempo, se pasan las fiestas de este año y comienzan a poner los adornos del siguiente. Todo se adelanta.

Hay prisa, no se sabe para qué pero hay mucha. La Liga que antaño comenzaba bien entrado septiembre y ahora nos la calzan en mitad de agosto, sin tiempo aún para asimilar la temporada pasada, ni los éxitos de la selección española en Eurocopa y juegos olímpicos. Corre, corre… que empieza ya, y nada deja poso. Todo es una fina capa de ceniza que con una brisa suave desaparece.

Echo de menos aburrirme en verano, comprar con los amigos unas bolsas de pipas y pasar la tarde tirados en la vuelta del castillo, imaginando dónde estarían en ese momento las chicas que nos gustaban y que habíamos perdido de vista al terminar el curso. ¿Estará en Oberena pasando la tarde en la piscina?

Ahora basta con abrir Instagram para colarte en las 'stories' y saber que aunque vayas, ella no aparecerá por esa parada de la villavesa donde a veces os cruzabais porque no esta ni en Pamplona. Se ha acabado con la incertidumbre que es como decir que se ha acabado con la esperanza.

Echo de menos que no pase nada. Ahora todo es histórico, único, particular. Hasta las lunas tienen todas su nombre. Luna azul, no volverás a ver una luna azul hasta el mes que viene que será luna superluna roja o marrón o amarilla o luna verde. No te la pierdas que es única este milenio. Echo de menos que Pamplona estuviera cerrada después de Sanfermines y no abrieran los bares hasta septiembre, esperándolos como agua de mayo a que se pusieran de nuevo en marcha.

“¿Ha llegado ya la Micromanía?” “No, aún no”. Y volver tranquilamente al día siguiente hasta que aparecía a su ritmo calmado y te llevabas un alegrón. “Escribe cuando llegues” y la postal tardaba semana y media en aparecer en el buzón. Esperar nos hacía bien. Nos preparaba. Nos ilusionaba. Ahora no echamos de menos nada. No da tiempo. Ahora nos desespera si alguien tarda dos segundos de más en engranar la marcha y arrancar después de que el semáforo se ponga en verde. Rápido, rápido. Ya estas tardando.

Estos días estoy releyendo la novela más aburrida que recordaba haber leído: el Jarama, de Sánchez Ferlosio, y no puedo disfrutar más de ese tedio de una cuadrilla de chavales bañándose en el río un caluroso domingo de verano. No tengas prisa porque pasen las cosas, ya pasaran, siempre pasan; algunas ojalá no hubieran pasado nunca, llegarás a decirte. Y eso es todo.

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