El autor se pregunta si con la exageración se está desvirtuando la "noble lucha" contra el machismo.
- miércoles, 11 de diciembre de 2024
- Actualizado 07:26
El autor se pregunta si con la exageración se está desvirtuando la "noble lucha" contra el machismo.
Día 11 y esto es ya un puto sindiós. Todo. Me gustan los sanfermines cuando ya no entiendo nada de lo que en ellos pasa y camino tranquilo, con las manos en los bolsillos del pantalón, la camisa remangada por encima del codo, el pañuelo de Navarra hacia adelante, sabiendo que por mucho que lo intente, el surrealismo ya se nos ha caído de golpe encima y no nos lo vamos a quitar hasta que no llegue el 15 o 16, tras un chapuzón en Salou.
Cuando miro así, como achinando la mirada, normalmente me pregunto dónde demonios estamos en el espacio. Pero hoy ha sido diferente, hoy la pregunta ha sido, dónde diablos estamos en el tiempo.
Me ha debido de sentar mal el helado del litro y medio o dos litros de sorbete del Gazteluleku, no el alcohol que lleva, eso nunca, me he dicho, que me aticé ayer después de los toros, para bajar las magras con tomate y la media barra de pan de la merienda. Quizás este dolor de cabeza no es de una interesante resaca, cultivada con mimo, y sí de un viaje sin Biodramina al pasado franquista más rancio y mojigato.
Al lío, que me despierto con la faja cruzada sobre mi pecho como el general Spinola recibiendo las llaves de Breda, el pañuelo por algún motivo que desconozco atado al tobillo, tapadico con el blusón negro, como echando la siesta, me preparo un café haciendo memoria que no consigo hacer y entro en tuiter, a ver qué ha pasado por el mundo y casi me atraganto al primer sorbo al leerlo, con los ojos como platos y rojos, como de pequeño tras bucear mucho en la ele de Amaya. O en la olímpica.
Miro el perfil de la Policía Foral y veo que, orgullosos, intrépidos, supongo que tras una investigación agudísima para desentrañar un horrendo crimen, o para evitar que se cometa, han decomisado unas chapas con el atroz mensaje de “I love mis tetas”. Las mías, ojo. Nos las de otros, que tetas tenemos todos, como culos y como opiniones. Vivan mis tetas morenas no se puede decir, que como te oigan los grises de rojo del nacionalismo te enchironan.
¿Otegui, por ejemplo, que anda estos días dando la bienvenida a todo Cristo a los sanfermines de Euskalherria, como si fuera el dueño de la barraca -que quizás lo sea, ojo, que Asirón ante él se cuadra y calla-, y que tiene unas tetas magníficas que marca sin pudor bajo las camisetas con mensajes casi siempre para verlos y salir corriendo, no podría lucir una de estas chapas, justo estás, porque son machistas e incitan al odio o no sé por qué leches, en realidad?
¿Mis tetas, quererlas, incitan al odio y son machistas? Pues más vale entonces que no ha visto nadie mi uña del dedo gordo del pie tras la última media maratón que me curré... y que no me ha dado por hacerle unas chapas, que si no me expulsan definitivamente de Pamplona. I love mi uña negra del dedo gordo del pie izquierdo. Con dos cojones.
Aunque bien mirado, a lo mejor ese lema para mi chapa sería tomado por progresista y anti racista y alguien me da el premio a la mayor muestra de tolerancia de las fiestas de esta nuestra gloriosa ciudad. Yo qué sé. Aquí ya vale todo, que estamos como una puñetera cabra.
¿No sé nos está yendo mucho la olla con lo del machismo y estamos convirtiendo una noble lucha en un cajón desastre donde meter dentro cualquier gilipollez, desvirtuándola hasta límites insospechados? Y eso es todo.