- domingo, 01 de diciembre de 2024
- Actualizado 17:24
Esto de los nombres tiene su chicha. Leo que el mío, Javier, sigue siendo en Navarra el preferido de los padres para llamar a sus hijos. Hay javieres por todos los lados, das una patada a una piedra y te salen 16.
La primera vez que me di cuenta de que éramos demasiados fue, hace muchos años, cuando se instaló en Pamplona Telepizza.
Fuimos a cenar al local unos cuantos chavales del cole y al hacer el pedido en el mostrador, dejé mi nombre para que me llamaran cuando estuviera listo. Javier, retumbó en un momento dado por los altavoces, y nos acercamos seis o siete con el mismo nombre a recoger la pizza. Menudo follón. ¿Con qué la has pedido tú, de qué tamaño, quiénes somos, quién es el raro de la piña, de dónde venimos, qué son las alcaparras, a donde coño vamos con este gobierno? Un Cristo de pelotas.
Nunca máis, -nunca jamáis en este caso- me dejaron volver a pedir, y si alguna vez lo hice porque no tenía otro remedio, di por nombre Recesvinto, para evitarme problemas similares. Recesvinto, su pizza. Gracias. Akenatón también alguna vez lo he usado, pero menos.
-¿Nombre?
-Akenatón. Con Ka.
-Qué bonito nombre en euskera.
-Sí, de Iruña-Veleia. Si te interesa el protoeuskera hay unas piedras con inscripciones con mi nombre en ese yacimiento arqueológico alavés.
Al final siempre había lío con la "Q" y la "K" y me daba más pereza tener que explicar que ese ka griega no es euskera sino faraónica. Un lío. Otro.
A lo que íbamos. En todas cuadrillas navarras hay un Javier, o más de uno, que es cuando se complica el asunto. Hay tantos Javieres que el drama es que a ninguno nos interpelan por nuestro nombre. El nombre más usado es el que menos se escucha, que a todos nos llaman por el apellido. Yo soy Ancín. Punto. De siempre.
Que yo recuerde, solo mi madre me llama por mi nombre. Una novia que tuve también, pero únicamente utilizaba la forma completa y no la abreviación Javi cuando estaba cabreada. Oír mi nombre con todas sus letras, si no es por voz de mi señora madre, es sinónimo de acojono. Ay, Dios, qué he hecho yo ahora.
“Qué chulo, tienes el nombre de un santo”, es otra idea que se solía repetir mucho hablando con la gente. Bueno, más que de un santo, el nombre del pueblo donde nació, que el santo en cuestión se llama Francisco, Francisco de Jaso y Azpilicueta, y en mi DNI solo consta Javier. Si llego a ser niña me hubieran llamado Artajona o Cadreita, solía apostillar en este tipo de conversaciones, sobre todo si era interlocutora el interlocutor, por intentar ligar, con nulo resultado en la totalidad de las ocasiones, confieso. Para las mujeres, además de mi cara, mi humor también ha sido un gran incomprendido.
Lo que no soporto con mi nombre son las catetadas de vascos y catalanes de convertirlo en "Shabi" unos y "Chavi" los otros. Si se llegó en su día a escribir con equis es porque en aquel tiempo, en español, el sonido jota era representado por esa grafía. Jamás sonó como ellos lo pronuncian, como jamás el Quijote, por escribirse Quixote, sonó Quishote.
Sea como sea, Javieres de Navarra, lo importante es que te llamen, sobre todo tus amigos, aunque sea por teléfono. Y eso es todo.