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Opinión / A mí no me líe

Al otro lado de los Pirineos solo está Francia

Por Javier Ancín

Qué francesa es Francia para los franceses. Leía estos días una novela francesa, tan francesa, que hasta ese era su nombre: Una Novela Francesa de Frédéric Beigbeder.

Vista de los Pirineos, con Francia al fondo.

Por ahí desfilaban franceses haciendo el francés, diciendo cosas en francés, pensando como franceses, tan franceses, pero tan, tan franceses que no hacía falta ni que se sintieran porque ya lo eran. Nadie ahí lo cuestionaba. Era un hecho, sin más.

Lo cosa no iría más allá si no fuera porque uno de los dos escenarios principales -el primero es París, donde el autor es detenido por consumo de farlopa en la vida pública y enviado a una cárcel lóbrega en el centro del corazón de la capital francesa: L'île de la Cité, con su catedral de Notre Dame y todo- es esa franja de terreno del sur de Francia, que también conocemos, que va desde Guéthary en la costa hasta donde tus ojos quieran poner, que por sus páginas se desliza en un determinado momento hasta la navarra selva del Irati.

El Iparralde mitológico, por el coñazo que dan, del nacionalismo vasco. Desde este lado de los Pirineos todo son gritos políticos, desde el otro solo es una zona más de Francia, con sus historias, sus familias, sus amores, sus divorcios, sus paisajes sentimentales y sus anhelos. A veces se cuelan nombres eusquéricos, pero ahí nadie cuestiona su identidad francesa porque sea diferente del idioma francés, como nadie cuestiona que porque la ciudad de Las Vegas en Estados Unidos tenga nombre español pueda ser otra cosa que yanke y, muchísimo menos, reclamada por España. Hasta nombres navarros desfilan, pero tan navarros que incluso es Navarra, como una de las casas familiares del autor: Villa Navarre, en Pau, hoy reconvertida en hotelazo de cinco estrellas.

No es que no haya disputa sobre esa zona, es que es inequívocamente suya. Hasta la línea de los Pirineos todo es Francia. Con una naturalidad que asombra visto el asunto desde aquí, tras años de novela aberchándal, más del género ciencia ficción que del realismo, aunque sea el mágico de Cien años de soledad, que nos intentan vender. Sin aspavientos, con una naturalidad sana que me llegó incluso a asombrar, quizás porque lo insano que es lo nuestro, siempre en el reniego. Siempre instalados, al otro lado del tabique, en la conspiración, exigiendo, reclamando, intentando una eterna invasión tan loca, como imposible de ejecutar sobre un terreno que tiene su vida plácida, lumínica, ajena a todo ese magma identitario barra imperialista de chichinabo/txitxinabo que aquí todo lo emponzoña. Hablamos de un territorio francés como si fuera de los aberchándales durante horas y horas y horas y Francia no sabe ni que hablamos de ella.

Para Beigbeder, que escribe con un amor sobre la zona tan puro y tan carente de toda ideología porque es la tierra de sus abuelos y de sus padres, como para Francia, todo aquellos es el Bearn y lo vasco, cuando aparece, no es más que un plus que suma, un además de... tan francés. No hay conflicto.

Cuando Francia ganó su primer mundial de fútbol, allá por 1998, la ETB se refería a uno de los jugadores más importantes, Deschamps, curiosamente hoy seleccionador de la propia Francia, como suyo. El jugador vasco, decían desde la televisión del PNV, desgajándolo del resto de sus compañeros, extirpándolo incluso de Francia, porque había nacido en Bayona. Llegaban incluso a fantasear con ficharlo para el Bilbao (sic) y yo me preguntaba, viéndolo cantar la Marsellesa a pleno pulmón antes de cada partido con los bleus, por qué iba a querer dejar la Juve en Italia, con la que había ganado hasta la Copa de Europa, para irse a un equipo menor de la liga española, tan menor, que en los últimos 40 años le supera en palmares hasta el Deportivo de La Coruña con una liga o el Mallorca con una copa del rey.

También me preguntaba si sería consciente de todo el peliculón que se habían montado al otro lado de los Pirineos a su costa en una televisión pública regional. Sospecho que no, que ni el eco del rumor le habría llegado, como en la novela de la que os he hablado, donde al otro lado solo hay sosiego, calma, paz y ni rastro de política ni de ideología delirante... solo historias de franceses y de Francia. Y eso es todo.


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Al otro lado de los Pirineos solo está Francia