• sábado, 27 de abril de 2024
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Opinión / A mí no me líe

Liberemos a los niños de sus padres ciclistas en Pamplona

Por Javier Ancín

Han vuelto con el buen tiempo, fieles a su cita, a pesar de ellos, claro. Siempre las mismas caritas de resignación, siempre con el mismo resoplido, negando con la cabeza, de por qué mis padres no me hacen ni puñetero caso cuando les suplico que no me metan más aquí.

Cuando se cruzan los chavalillos se miran y se comprenden. Se forja con un chispazo entre ellos una alianza, la hermandad secreta "Me cago en mi padre", en la que pocos adultos reparan: algún día, si sobrevivimos a esta peligrosa moda, nos quitaremos estos absurdos cascos de juguete, saldremos de estas endebles y por lo tanto peligrosas sillas de plástico chungo, y nos meteremos en un coche cómodo, seguro, despolitizado, de combustión, con su musiquita, su aire acondicionado y dejaremos atrás esta guerra de nuestros padres en la que nosotros somos solo rehenes.

Si te fijas bien, cosa que los adultos nunca hacen con los niños y por eso luego se extrañan de sus reacciones cuando crecen -mi hijo me ha salido un facha motorizado, con lo jipi que yo he sido, con lo eco que yo lo he criado siempre, y ahora se va con su churri a la playa o de viaje cada fin de semana-, izan su puño, miran al cielo y claman, en silencio, poniendo a Dios por testigo, que nunca más van a coger una puta bici para nada que no sea diversión. Que se trasporte con ella Txapote.

Jamás la usaremos como trasporte urbano. Nunca. Por mis muertos, que como este imbécil de padre que me lleva se descuide, siempre tan inseguro con el manillar, a punto del subviraje perpetuo que lo estampe y me estampe de morros contra el suelo, puedo acabar siéndolo yo.

Ahí están, digo, esos pobres niños de nuevo, te miran en los semáforos, suplicantes, sáqueme de aquí, señor, esto es insufrible... por favor, no me deje con este loco que me tiene secuestrado para hacerse el guay ideológico en las redes sociales. A veces hasta me saca fotos o cuelga videos de lo maravilloso que es viajar así, como si yo fuera un mono de zoo. Siento una pena terrible por ellos. No hay derecho a lo que están haciendo a esas pobres criaturas.

No me acostumbro a no poder hacer nada más que encogerme de hombros y solidarizarme por su mala suerte, la de ir sentado a centímetros del culo de su padre, sin dignidad, expuestos a los gases, comiéndoselos enteros, tragando pedos más nocivos para su salud física y sobre todo mental, que mil millones de tubos de escape con sus filtros reglamentarios y sus catalizadores de rigor.

Algún día saldrás de ahí, muchacho, resiste, ten fe, pienso mientras los veo alejarse por el espejo retrovisor de mi coche climatizado a 22°C. Algún día te prometo que podrás sacarte el carnet de conducir y dejar atrás ese trauma inhumano al que estás siendo sometido, sin tu aprobación, sin tu consentimiento, mirando la hucha peluda y humeante de tu padre como único horizonte. ¿Dónde están los servicios sociales cuando se les necesita?

No estáis solos. Fuerza, mucha fuerza, que de todo se sale, hasta de un padre ciclista urbano. Y eso es todo.


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Liberemos a los niños de sus padres ciclistas en Pamplona