• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / A mí no me líe

Y Mark Knopfler se despidió de Pamplona

Por Javier Ancín

Vino a tocar Knopfler a cada uno de nuestros 10.000 salones de casa. Tirados en nuestro sofá con la cadena de música -cómo echo de menos esos trastos-, dando vueltas algún vinilo en el plato.

El músico Mark Knopfler actúa en concierto en el pabellón Navarra Arena. MIGUEL OSÉS 4
El músico Mark Knopfler actúa en concierto en el pabellón Navarra Arena. MIGUEL OSÉS 4

Qué guapo está el Navarra Arena. Vamos a dejar hoy la cabronada que nos ha hecho Uxue Barkos teniéndolo cerrado cuatro años simplemente por joder, porque por pasta no ha sido. Que no mienta, copón, que con los tres millones de euros tirados al retrete de Davalor hubieran sido suficientes para que disfrutáramos de espectáculos punteros esta legislatura.  En fin, pero hoy estamos para otra cosa.

Pero qué chulada el pabellón. Era la primera vez que entraba y pensaba que iba a ser una mole de hormigón pero es todo lo contrario: un espacio ligero, con gusto, cristal, metal y hormigón en un punto de equilibrio perfecto y con un juego de luces tan acogedor que en vez de la cerveza con la que buscaba mi asiento por las gradas, apetecía casi subir con las zapatillas de casa, tratando de encontrar el mando de la tele entre los cojines. Hoy hay concierto y estoy en el mejor lugar del mundo para disfrutarlo. Y todo se pudo en marcha: Why aye man.

Intimista, sencillo, entrañable, suave... delicado, había que venir a despedirnos del líder de Dire Straits. Había que venir a despedirnos también de lo que un día fuimos, de lo que un día pensábamos que seriamos, sin saber muy bien si lo hemos conseguido, que ya te digo yo que es que no. Así ha comenzado Mark Knopfler... deslizándose bajito por entre un pabellón que con las luces de las escaleras marcando los caminos, más parecía la pista de aterrizaje de un aeropuerto nostálgico que una sala de conciertos.

Vino a tocar Knopfler a cada uno de nuestros 10.000 salones de casa. Tirados en nuestro sofá con la cadena de música -cómo echo de menos esos trastos-, dando vueltas algún vinilo en el plato. Música, ninguna pirotecnia más. Ni pantallas había. Música y un poco de luz, lo justo para no estar a oscuras. Lo justo para ser testigos del prodigio de oír cómo más de diez músicos sobre un escenario austero levantaban obras de arte complejas con cada tema.

He venido a decir adiós, dice. Adiós Pamplona... como quien viene a decir sin dramas que estuvo bien. Todos estos años estuvieron bien. Vine aquí de joven, y ahora vengo a decir adiós, ya como un oldman guy no deja de repetir. Adiós Pamplona. Y sigue el concierto, tan preciso –precioso- como cuando pasas un dedo por el costado, la cadera, el muslo, la pierna de la chica que te gusta y que desnuda lee a tu lado, de costado. Y subes, y te sonríe y la música sigue deslizándose por la estancia... y todo está donde tiene que estar. Tan efímero como eterno.

O solo lo imaginas, o lo recuerdas, que es peor, con los pies y la cabeza sobre los reposabrazos del sofá de tu infancia. Juliet... retumba entre el público. La aguja sacando cada nota en tu cabeza de esa canción, saliendo de los bafles aquellos tan grandes de madera que escupían viento que sabía a gloria con los bajos.

Knopfler está mayor, y yo viejo, y se sienta en un taburete de bar con respaldo, para poder retreparse al contarnos de donde vienen algunas de las nuevas canciones antes de seguir levantándolas esta noche: Matchstick Man. Inglaterra, guitarras, petates y coches cogidos haciendo autostop que te devuelvan a casa por navidad. Y yo me echo la cazadora sobre el estomago para no coger frío y me la disfruto como quien se sienta frente al fuego cuando está congelado.

Un concierto de nostálgicos, de los de sacar fotos y grabar vídeos y enviárselos a los amigos, bajando las gafas de ver de cerca de la cabeza para escribir... ¿te acuerdas? Creo que era el 92 cuando vino Dire Straits a la plaza de toros de Pamplona. ¿Te acuerdas que fuimos? Acompañó nuestros oés entre canciones con su guitarra... como hoy, aunque ya no lleve su cinta en el pelo.

El de esta noche no ha sido un concierto de rock como aquel que vivimos hace ya casi tres décadas, ha sido otra cosa... un recital en un auditorio de piezas clásicas sobre terciopelo rojo. Hoy no había velocidad, ni electricidad con la que ponerse de pie y saltar... hoy hubo un orfebre repujando la plata para que quedara perfecta, pulida. Y un taller a la altura.

Una Money for nothing a la que en otra época la habrías bailado sobre la barra hoy ha sido tirar la cabeza hacia atrás y que te traspasara, con los ojos cerrados y oliéndola, respirándola profundamente.

Silvertown blues puede que haya sido la cima colectiva de la noche. Y de ahí, la individual de cada uno. Yo me he sorprendido a mí mismo, dios mío, estoy vivo... cuando se me ha erizado hasta los pelos de la nuca al romperme el alma ese riff de On ever street.

Saborea los acordes Knopfler, como ralentizándolos una microdécima de segundo, para que dure más y tarde todo en terminar. Deleitándose, deleitándote... deleitándonos. Así hemos ido bajando el río, Down the Road Wherever, hechos un mar de emociones, como cuando ese saxo de Your latest trick a mí me ha llevado a una lugar tan remoto pero intenso en el que aún por no poder, no podía ni entrar por edad en los bares en los que me dejan colarme cada fin de semana a escuchar estos temas.

Aunque la guitarra de Mark Knopfler ha dejado de tocar unas cuantas notas, la voz no ha perdido ni un matiz. Hoy se nos han abierto muchas cicatrices... como decía un colega con el que nos hemos juntado a la salida. Son muchos años en los que nos han pasado muchas cosas con unas pocas canciones. Y hoy algunas canciones las hemos escuchado en directo, interpretadas de una forma tan sutil que solo cabía dejarse llevar y soltar la lagrimilla, arañados de nostalgia y de felicidad. Como con Going home de la banda sonora de Local Hero, la última, que ha sido como morir de gusto y a la vez de frustración porque se han encendido las luces de irse cada mochuelo a su olivo mientras decíamos todos... ¿ya?, dejando un montón en el tintero que nunca más, esta es su última gira, volverá a dibujar. Y eso es todo.


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