"Navarra, que durante décadas fue símbolo de dignidad y de memoria, se ha convertido en el laboratorio del sanchismo, en este caso para licuar el olvido".
El PSN y Bildu han vuelto a aprobar juntos los Presupuestos de Navarra. El acuerdo se ha presentado como una muestra de estabilidad, de madurez política, de responsabilidad institucional. Pero, en realidad, no es más que la última versión del pragmatismo foral: el nombre amable que el poder da a su falta de escrúpulos.
En Navarra ya no se habla de principios, sino de gobernabilidad —que, en el fondo y en la superficie, significa repartirse el pastel del presupuesto público—. Ya no se debate sobre el bien o el mal, sino sobre la estabilidad, que no significa nada salvo seguir en el poder. Y, en nombre de esa palabra mágica, el PSN ha acabado de nuevo donde juró que no iba a ir nunca: pactando, otra vez, con quienes jamás han pedido perdón por el terror.
Nos dicen que hay que mirar al futuro, pero para hacerlo han tenido que olvidar el presente y el pasado reciente. Han olvidado a los asesinados, a los extorsionados, a los que se marcharon de Navarra y del País Vasco porque un día alguien decidió que pensar distinto era una culpa que merecía castigo. Todo eso ya no cuenta. El nuevo relato exige pasar página, aunque el libro siga manchado de sangre.
Paradójicamente, mientras se borra ese pasado que aún es presente, se reactiva otro que ya nadie vivió: la Guerra Civil. El PSOE y sus socios se afanan en ajustar cuentas con los bisabuelos mientras se fotografían sonrientes con quienes dinamitaron el ahora.
Es curioso darse una vuelta por el Twitter del alikate Asirón, enredado siempre en la Guerra Civil, como si ese fuera el eje sobre el que debe pivotar nuestro presente. “Somos combatientes antifranquistas”, parece clamar para justificarse. Franco, que lleva muerto medio siglo, nunca vio cómo su ideología aberchándal arrancaba las piernas a una niña —hoy una mujer, mutilada, pero viva— que el otro día vi en su Instagram de excursión en moto por Navarra. De eso el alikate nunca nos habla. Eso no conviene. Podría haberla invitado al Ayuntamiento y pedirle perdón por lo que su ideología le hizo para toda la vida; incluso en aras de la convivencia que predican, que tire el chupinazo. Pero el presente hay que enterrarlo, que se olvide.
Bildu, que nunca ha condenado la violencia, ha aprendido que el tiempo borra lo que la conciencia no quiere recordar. Y el PSN, que fue víctima de aquel terror, parece decidido a otorgar la absolución a cambio de un puñado de votos y un par de sillones. Es una forma muy moderna de redención: perdonar al verdugo para conservar el cargo… y su sueldazo y sobresueldazo.
Navarra, que durante décadas fue símbolo de dignidad y de memoria, se ha convertido en el laboratorio del sanchismo, en este caso para licuar el olvido. Nos dicen que todo es por responsabilidad, por pragmatismo, por sentido institucional. Es decir: por dinero.
En nombre de la estabilidad, el PSN ha decidido que los muertos de ETA estorban el relato. Navarra se gobierna solo desde el cinismo: pactos sin memoria, poder sin vergüenza. La política foral es una chapuza moral donde ya solo importa trincar, y trincar mucho. Son como el yonqui de Uno de los nuestros que solo es capaz de parar cuando la ley lo para. Y eso es todo.