El otro día, en casa de un amigo aberchándal que tengo, muy concienciado con su pueblo y sus símbolos, con más paciencia conmigo que el santo Job, me topé con mi primera mano de Irulegui. En una peana negra, hacia arriba, con los dedos que parecían los pelos de Wilson, el amigo de Tom Hanks en El Naufrago. Dios, qué momento. Inolvidable. Treinta euros.
Cuando la vi no pude reprimirme, un rapto místico se apoderó de mi ánimo. La cogí con mis dos manos, la alcé al cielo y clamé a quien quisiera escucharme, ¡esta sí que es la verdadera mano vasca del Mesías!, como en aquella escena de la Vida de Brian, cuando Brian iba perdiendo sus pertenencias escapando a la carrera de los fanáticos que necesitaban reliquias para su negocio. Después caí de rodillas, casi desmayado. Ponme otro gintónic, anda, que necesito serenar mi alma, le dije a mi colega.
Y esperando el elixir de la vida, me vino al recuerdo el sitio más raro donde me he encontrado un vasco, bueno, a ver... la representación de un vasco. Fue en Nueva York, en una hamburguesería de esas que crees muy típica porque lees en la guía turística que allí no hay turistas. Bajé unas estrechas escaleras para ir al baño y, esperando a que saliera un abuelete de Güisconsin que había entrado antes, cayó en mis manos el vasco... bueno, a ver la representación del vasco.
Estaba en una tarjeta postal publicitaria dentro de esos expositores que se pusieron de moda hace dos décadas. Anunciaba un queso un tío vestido con unas pieles y un palo como de escoba, con aspecto de pastor troglodita, cavernario, como si fuera más del paleolítico que del neolítico, momento de la prehistoria en el que se supone que surge la ganadería y por lo tanto la necesidad de pastorear animales y la destreza de ordeñarlos para, entre otras cosas, hacer quesos.
El queso de un pueblo con 7000 años de historia, ponía más o menos sobre la foto, en inglés. Joder, pensé, esto sí que es un queso curado, la órdiga. Luego te fijabas un poco mejor y caías en que la ikurriña que adornaba la foto tiene 150 años, el borreguito con el que se disfrazaba cerraba con cremallera y la boina que llevaba era una moderna, como las de Elósegui, de las que los vascos empezaron a usar en el siglo XIX.
Ya dentro del retrete, haciendo malabares intentando evitar lo inevitable -pido perdón (no fue nada personal, solo negocios) por acabar meándole la cara al pastor del pueblo milenario-, me pregunté por cómo le explico yo a un yankee que Bilbao, la ciudad más importante de este pueblo prehistórico fue fundada en 1300, solo 3 siglos antes de que los holandeses compraran a los indios la isla de Manhattan por 24 dólares.
¿Dónde está realmente la historia milenaria que les hace únicos, la potente historia como pueblo, los vestigios deslumbrantes, las obras de arte de los vascos que te dejan boquiabierto... en esta pequeña mano íbera de hojalata con su peana de trofeo de exhibición infantil de judo?
El otro día, camino de mi casa en San Sebastián, fundada por los navarros en 1180 para Castilla, que solo la disfrutamos 20 años como puerto del reino de Navarra, estaba cortaba la autovía/autobia y me di un paseo por la Guipúzcoa profunda. Todas las iglesias del interior son barrocas... ¿dónde se han metido esta gente durante milenios, en la costa? El gótico solo lo encuentras en los pueblos con playa y tampoco es que sea ninguna maravilla de refinamiento. No se, es todo muy raro. Y eso es todo.
