Volver de viaje. Del viaje. Cargadito de diez mil nostalgias ya. Con una mochila de sensaciones, el reencuentro con viejos amigos y nuevos que se van incorporando a la fiesta. A otros ya no los ves nunca. La vida, tú, que no para. Una montaña rusa de cámaras, de fotógrafos, de periodistas con sus artículos, crónicas. Luces, sonido... auxiliares que desmontan y montan todo a una velocidad de vértigo. Mientras repasaba una nota de prensa -mira a ver si hay algo raro, es la fórmula que utilizamos- observaba el ballet sobre las tablas de operarios cambiando la escenografía para el siguiente espectáculo y pensé que lo raro es donde estamos: un oasis de cultura en el que el mundo miserable queda fuera.
Estos últimos días, como cada enero desde hace una década, estoy fuera de las miserias terrenales. Una semana entera en la que podría caer una bomba atómica y no enterarme. La felicidad de la vorágine expulsa lo superfluo de mi foco de atención. La plenitud de descubrir nuevas músicas que revolotean horas en la cabeza. O con las de siempre, reinterpretadas como si fueran inéditas.
¿Y esto no se podía hacer en Pamplona? Es lo que siempre nos preguntan los artistas a los miembros navarros, somos unos emigrantes culturales, de esa tribu de locos que nos acoge. Yo ya solo me limito a sonreír, pero cuando contestaba siempre decía lo mismo. No, imposible, en Irroña todo está supeditado a la ideología batasuna. No hay cultura, solo hay propaganda aberchándal. Además, Pamplona no existe, el alcalde del partido de la Eta, como mucho, solo es alcalde de la mitad, a la otra mitad ni la contempla, la ignora, cuando no directamente trata de destruirla. ¿Cómo vas a montar algo en Irroña que trascienda la política, algo cultural, con textos libres? ¿Estás chalado o qué? En fin. Si en Irroña le tiran piedras a una cafetería, imagínate a todo lo demás, lo que podrían tirarle si detectan que se aparta de la ortodoxia aberchándal. En Irroña solo hay culturra, cada vez con más erres.
He cerrado el círculo de la banda sonora particular de mi vida, que empezó en los Portales preguntándome yo también qué coño era el Amador, ese bar de Granada que una vez me enseñaron. Mañana vais para Pamplona. Suerte. Que no saben en Pamplona lo cerca que estuvo de no celebrarse, por cierto. Pero eso es otra historia que se queda donde se quedan los desastres que no llegan a suceder.
El caso es que acabé en el camerino con Florent y J para que me firmaran el Súper 8 y hacerme con ellos una foto que voy a imprimir y ponerle un marquito mañana mismo.
Hoy, cuando se han apagado las luces y el telón ha caído, leo que el rey sombra abre la caja del diablo y ha levantado su propio homenaje a Franco. El año Franco se ha montado Sánchez, tú. Un acto detrás de otro durante un año entero para homenajear a su caudillo. No puedo ofrecerte nada, ni casa, ni trabajo, ni mejores servicios que cada vez te cobro más caros, más impuestos vas a pagar, más tasas, más miserias vas a sufrir; pero si no te sumas a mi ida de olla eres un fascista. Majestad Sánchez, no tienen pan para comer. Pues que coman sopa de Franco.
Qué pereza volver de viaje. Cada vez me resulta más insoportable aterrizar de nuevo. Pero no se puede vivir eternamente de gira. La farándula es muy cansada.
Mi año laboral ha terminado. Vuelvo a ser un amo de casa cocinando lentejas y mirando a los políticos aberchándales que nos gobiernan como las maris y los patxis miran en la tele el Sálvame: un poco con pereza, un poco con indignación y un bastante por hacer algo, que de amo de casa te aburres un huevo. El año que viene más. O no. A ver qué nos inventamos mientras para pasar el rato en esta Irroña decadente. Y eso es todo.
