• sábado, 07 de diciembre de 2024
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Opinión / Columnista de El País y Europa Press. Colaborador de TVG, Radio Galega y La Región.

Fidel, el hijo de un gallego

Por José Luis Gómez

Ante una figura histórica tan controvertida como Fidel Castro, fallecido a los 90 años, el maestro de periodistas Miguel Ángel Bastenier concluye que "explorar el personaje es lo que vale", más allá de decirle al lector si Fidel era mejor o peor, cuando seguro que tiene ya su juicio formado.

No es mal consejo pero tampoco incompatible con buscar algún mínimo común denominador entre quienes le aman y quienes le odian, que bien pudiera ser su condición de dirigente jamás ignorado y de líder carismático. En definitiva, todo un icono.

Manuel Fraga, el político español que trató más a fondo a Fidel Castro, tanto en La Habana como en Galicia, me confesó un día que su pragmatismo con respecto a Cuba se lo había inspirado en realidad el empresario Eduardo Barreiros, gallego como él y en parte también como Fidel, cuyo padre -Ángel María Bautista Castro Argiz- era de un pueblo de Lugo que un buen día emigró a Cuba desde el puerto de A Coruña. Por eso mismo vino Fidel Castro a Galicia, invitado precisamente por Fraga en su etapa de presidente de la Xunta.

Fraga había conocido a Barreiros en La Habana, donde el audaz empresario ourensano había firmado un contrato con el Gobierno de Fidel Castro para realizar un plan de desarrollo de la automoción de Cuba, que incluía la creación de industrias principales y auxiliares, con el fin de producir motores diésel de diversas cilindradas.

La cosa no terminó bien del todo, debido a la crisis soviética, pero al menos Barreiros contribuyó a que algunos cubanos no viajasen sólo en bicicleta. Eduardo Barreiros lo tenía claro: si iba a visitar a Fidel se pasaba horas y horas hablando, sin resultado alguno, pero si se reunía con Raúl la cosa cambiaba, ya que en cuestión de minutos cerraba acuerdos prácticos. Lo pasaba bien con Fidel y arreglaba las cosas de comer con Raúl.

Pero como no sólo de pragmatismo vive el hombre, Fraga también cayó en la red dialéctica de Fidel, con quien una noche terminó como el rosario de la aurora, tras intentar convencerle de que democratizase Cuba. Tanto se cabreó Fidel que se levantó de la mesa y mandó que le preparasen su avión de madrugada.

Salió escopetado para La Habana. A su nivel, a Fraga le pasó como a Barreiros: mucha conversación pero ningún resultado. Y Fraga, por muy poco, no llegaría a tiempo de ser presidente en Galicia a la vez que su paisano Raúl en Cuba.

La pasión no siempre explícita pero sí real de Fidel por España fue grande. No sólo se llevó bien con Felipe González en los primeros años de mandato del líder del PSOE, sino que también supo conciliar con Franco y construyó una relación especial con uno de sus ex ministros: Fraga Iribarne.

En cambio se llevó mal con Aznar, que ni siquiera entendió los movimientos apostolares de don Manuel. No hace mucho, Fidel se interesó por los empresarios españoles que poseen hoteles en Cuba y, según me comentó uno de ellos, le sugirió a Raúl que no dejase en mala posición a España en su apertura a los Estados Unidos. ¿Qué sucederá a la hora de la verdad? Como escribe la profesora de economía María Cadaval, para Cuba se abre ahora un período de grandes expectativas e incógnitas. Veremos.

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