• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / Columnista de El País y Europa Press. Colaborador de TVG, Radio Galega y La Región.

La salida de la crisis

Por José Luis Gómez

¿Sale España de la crisis? Todo parece indicar que sí, aunque lo hace despacio, con una tasa de desempleo elevada, desigualdad, precariedad y una paulatina reducción salarial, salvo en sectores competitivos o privilegiados.

Toca terapia de choque europea, ya que los indicadores económicos apuntan a la existencia de una Europa dual, la del Norte o central con Alemania al frente, y la del Sur o periférica en la que se encuentra España. "La dualidad -suele explicar Xavier Vives, director del Centro Sector Público-Sector Privado de IESE- se refleja en términos de perspectivas de crecimiento, tasas de desempleo, evolución de la productividad, de los precios y costes laborales unitarios, así como niveles de endeudamiento privado y de inversión en investigación y desarrollo".

El gran problema de la periferia sería que tiene unos niveles de productividad bajos y que necesita al mismo tiempo rebajar sus niveles de deuda -en España, sobre todo, privada y contraída con el exterior- y bajar precios y costes para ser más competitiva.

Pero España precisa unas reformas en profundidad y que salgan de la misma sociedad y no impuestas desde fuera. Necesita hacer lo que Suecia hizo en los años noventa en respuesta a su crisis financiera. Precisa implementar un profundo conjunto de reformas que potencien la productividad. Ahora bien, Suecia devaluó su moneda al mismo tiempo, y eso impulsó las exportaciones.

España puede hacer todo lo que hizo Suecia menos devaluar, a menos que saliese de la zona euro, algo que ya casi nadie propone. Por tanto, puede insistir más en las mejoras de productividad y en mecanismos de devaluación interna como la rebaja de las cotizaciones sociales, compensadas con aumentos del IVA y con una reforma de la negociación colectiva para que no sea inflacionista.

El país también precisa profundizar en la mejora de la productividad y en el aumento de la competitividad, un problema que comienza por la educación y pasa por la vivienda, los servicios públicos, la innovación, la investigación y el coste del trabajo.

Otro objetivo del nuevo Gobierno, tras el 20-D, debería ser la implicación de todos los agentes sociales, ojalá que de la mano de un nuevo modelo económico, con otro patrón de crecimiento, como abandera el PSOE. Si con el tiempo surgen pactos, podrá debatirse, por ejemplo, sobre los costes salariales, 'tocando' las cotizaciones sociales. España también debe superar el escepticismo sobre su capacidad para dinamizar la economía y hacer reformas estructurales, de modo que mejore su cuota de mercado en el comercio mundial. Porque no todo el mundo está en crisis. Hay futuro.


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