• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / Columnista de El País y Europa Press. Colaborador de TVG, Radio Galega y La Región.

La tensión política no es algo nuevo

Por José Luis Gómez

La tensión política que hay en España, no sólo en términos puramente ideológicos, sino también territoriales, sigue acrecentando las diferencias, algo propio de un clima preelectoral, y elude la centralidad. 

No es algo habitual en otros países del entorno pero tampoco es tan novedoso como a veces parece dentro de España.

Más que ser diferentes las posiciones, lo son los talantes de quienes gestionan las diferencias, cuyas capacidades para tensar la cuerda son bien distintas, por ejemplo, a las de la Transición. Hace ahora casi 40 años no era menor el número de partidos que reclamaban el derecho de autoderminación, sobre todo en Cataluña, pero también en Euskadi, Galicia y Canarias. Es más, partidos que ahora forman parte del sistema, entonces eran muy radicales en sus programas. Lo que sí era distinto era el talante de quienes gobernaban en Madrid y emergían en lo que hoy son comunidades autónomas y entonces eran meras regiones.

El factor humano es a menudo la clave de todas las cosas, también en la política. Recomponer la situación y evitar la tensión, en la medida en que entraña riesgos políticos pero también sociales y económicos, es ahora el gran reto de la clase política.

Como sucedió hace casi 40 años, nadie tendrá que renunciar a sus ideas pero sí deberá hacerlas compatibles con otras, en aras de la convivencia democrática. En ese sentido, parece evidente que quien ocupe a partir de 2016 el palacio de la Moncloa deberá cambiar de talante, siguiendo el camino marcado por Adolfo Suárez y Felipe González. También por Leopoldo Calvo-Sotelo, aunque éste sin apenas tiempo para dejar huella.

Los independentistas catalanes, vascos y gallegos no van a dejar de serlo por mucha reforma constitucional que se haga. Tampoco los españolistas jacobinos van a dejar de existir. La clave tal vez esté en quien, con vocación de estadista, sea capaz de gestionar la reconciliación de tantos intereses sujetos a confrontaciones que a veces resultan inquietantes. Para eso está la política, que es una ciencia social.


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La tensión política no es algo nuevo