Nunca sabremos cómo habría reaccionado un Barcelona más obligado en El Sadar, es decir, si entran, por ejemplo, las primeras ocasiones de Kike Barja o Rubén García. Durante los 90 minutos no podemos esconder la calidad del plantel blaugrana, sin duda. No obstante, analizado el juego de uno y otro equipo, la diferencia estuvo en la pegada del cuadro de Koeman. El Barça vino a por los tres puntos, pero sin derrochar un gramo de energías, jugando con el potencial de sus jugadores, sobre todo tras ponerse delante en el marcador. Tuvo la posesión y el control del juego, a veces esperando atrás, y casi siempre incomodando adelante.
Por su parte, Osasuna cuajó un encuentro más que meritorio, sea en desplazamientos largos o combinando en corto. Estuvo bien posicionado, nunca perdió la verticalidad, pisó área con intención, con peligro. Transmitió la intención de lograr algo positivo, gustó el comportamiento de sus jugadores y, en fin, gozó de ocasiones de marcar. La diferencia es que entró el obús de Jordi Alba tras extraordinaria asistencia de Messi, y no lo hizo el de Rubén García a otro extraordinario pase de Moncayola. O que perforó la red el ajustado remate de Ilaix Moriba, y Ter Stegen, la figura blaugrana, volvió a interferir el balón a la escuadra de Barja.
Jagoba Arrasate planteó un partido abierto, de juego alegre, fresco, descarado. Salió a que sucedieran cosas, sobre todo en el campo rival. Podríamos decir que lo consiguió. El Barça respondió con oficio, dosificando su calidad, dejando el desgaste a los jóvenes. No tuvo necesidad de meter una marcha más, pero siempre estuvo obligado por la insistencia, disciplina táctica, ganas de dejarse ver y agradar de los rojillos. En tales coordenadas salió un partido vistoso, entretenido, y con cierto suspense hasta el gol de Ilaix a fata de diez minutos, gracias a los continuos remates del conjunto navarro.
Koeman repitió con tres centrales, que tanto gusta, y dejó los laterales de extremos en la primera parte. En la segunda replegó velas con una defensa de cuatro, marcando entonces el ritmo con la posesión y el resultado. En cuanto a Osasuna, la propuesta de Arrasate incluyó la velocidad y clase de Manu Sánchez en el lateral izquierdo, entregó a Torró-Moncayola el doble pivote, y situó a Barja por el carril central, donde luego alternó con Rubén García. El incansable Calleri bregó en la punta, gozando de oportunidades. Ambos equipos cumplieron, sólo desentonó el colegiado, muy remiso para castigar con tarjetas a los catalanes.
Por lo demás, el partido dejó abundantes detalles, desde el estreno goleador de Ilaix en El Sadar, siguiendo la estela de Ansu Fati, hasta el crecimiento de Moncayola desde aquella visita del Barça a ésta. El de Garinoain ha ganado en personalidad, soltura, mando. Le toca lidiar todavía con papelotes exigentes, obligado a destacar en la contención, pero cuando acabe de soltarse y se sienta más seguro de sí mismo explotará en ataque. Complementará el poderío con las toneladas de calidad que guarda. Su polivalencia le permite sentirse bien junto a quien toque, sea Torró, Oier, Brasanac o cualquier otro.
Queda la duda, insisto, de qué habría ocurrido con el Barça más obligado en el marcador. Nunca lo sabremos. Nos quedamos con el partido de fútbol disfrutado pese a la derrota, porque ésta no escuece, no pertenece a la Liga de Osasuna. El próximo sábado frente al Valladolid será otra historia muy diferente. La barra de medir no tendrá nada que ver.