• viernes, 19 de abril de 2024
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Osasuna peinó el césped, pero la Real silenció la grada

Por José Mª Esparza

Partido igualado, táctico y poco vistoso, pero donde la entrega rojilla no pudo evitar que se impusiera la calidad de la Real Sociedad.   

Partido entre Osasuna y Real Sociedad correspondiente a la jornada número 13 disputado en el estadio de El Sadar. MIGUEL OSÉS
Partido entre Osasuna y Real Sociedad correspondiente a la jornada número 13 disputado en el estadio de El Sadar. MIGUEL OSÉS

Superada la tercera parte de la Liga, nadie ocupa el liderato por casualidad. Hacen falta argumentos como los de la Real: su fútbol envolvente, fluido, que madura el partido, que impone ritmo y marca tempo, sabe esperar, mandar sin dar órdenes. Muestra calidad en todo momento y, aunque parezca que se desentiende de crear peligro, lo cierto es que la superioridad exhibida sobre en campo al final queda reflejada en el marcador. El Sadar esperaba un duelo táctico, y no salió decepcionado. Lo fue. Lo malo es que en tales parámetros la Real acumula más experiencia y mejores resultados.

Los partidos tácticos resultan poco vistosos, se enrevesan a trompicones, no hay claridad, se cierran paulatinamente, parecen trabados, ahogan al espectador. Si la igualdad no traspasa las estadísticas el juego, el marcador no suele moverse. Lo malo es cuando más allá de los guarismos uno de los dos contendientes transmite impresión de estar un punto por encima, sobre todo si este equipo es la Real Sociedad de Imanol Aguacil. Recuérdese, por ejemplo, la final de Copa contra el Bilbao. Su único tiro a puerta fue el lanzamiento de penalti que le dio la victoria. En El Sadar ocurrió algo parecido.

La clave estuvo en el centro del campo, donde se produjo un impresionante choque de trenes en seis hombres: Torró y Merino, Silva y Moncayola, y Zubimendi y Brasanac. Los seis se encargaron de que ‘no pasara nada’, hasta que uno de ellos -Merino, the boss- encontró un Los rojillos quedaba atrás, y mejor que el árbitro pitara el final. La vista quedó nublada, y El Sadar enmudecido. La igualdad quedó hecha añicos para que los donostiarras camparan a placer.

Los planteamientos tácticos fueron muy similares. Los técnicos se conocen a la perfección. Los dos salieron con un estilete y, curiosamente, cambiaron a la vez a dos. En tal sentido la diferencia estuvo en los nombres, el potencial del conjunto, más que en los sistemas. No es lo mismo tener a Isak de punto que a Kike García. Son prestaciones muy distintas, y más según de quienes estén rodeados. A Osasuna le tocó correr más detrás del balón que a los donostiarras.  Los rojillos trabajaron al límite de sus fuerzas físicas, casi tanto como en el Bernabéu.

Los pupilos de Jagoba Arrasate no tuvieron ocasión de disfrutar del encuentro ni un solo momento, obligados siempre por los derroteros del juego, sin poder imponer su ley. Jugaron muy tensos, muy pendientes de que no se le escapara ningún detalle, infinitamente más preocupados de contener que de atacar. Además del líder, enfrente estaba el vecino guipuzcoano, es decir, un partido donde la rivalidad cuenta lo mismo que los puntos.

Los rojillos cambiaron de fisonomía con la salida del Chimy. Con el argentino hubo algo más de chispa adelante. Hasta entonces Osasuna había pisado el área albiazul casi por equivocación, mientras que Ezequiel tiene velocidad y le queda chispa. Su disparo obligo a realizar a Remiro la parada de la noche. Digamos que, dentro del duelo táctico, del choque de trenes en cada una de las líneas del campo, interiores o exteriores, la máquina realista cogía distancia poco a poco a la rojilla, pero ésta al menos podría coger algún alcorce con Ezequiel Ávila. Los duelos tan tácticos a veces sólo pueden romperse con la falta de lógica del Chimy.

Justo ganador el equipo realista, al que es preciso felicitar por su victoria en un partido de guante blanco. La Liga es larga y, a la postre, cuenta el potencial de las plantillas, donde la donostiarra no enseña tantos nombres de relumbrón como otras, pero como bloque no tiene nada que envidiar a ninguna. Quizás cuenta con el centro del campo más creativo del campeonato, en el que las jerarquías y roles nadie discute, y todos los demás se visten el mono de trabajo para cumplir sus directrices. Osasuna no está regalando un campeonato de ensueño, pero juega otra Liga.


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