• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / osasuNAvarra

La victoria soñada por juego, espectáculo y repercusión

Por José Mª Esparza

Después de la brillante ante el Valencia gracias a un fútbol alegre, brillante y arrollador por momentos, a Osasuna ya le sobran puntos para la permanencia.

Partido entre Osasuna y Valencia correspondiente a la jornada número 31 de La Liga de futbol disputado en el estadio de El Sadar de Pamplona. MIGUEL OSÉS
El portero del Valencia, Jaume, trata de distraer a Roberto Torres antes de lanzar uno de los dos penaltis pitados durante el partido entre Osasuna y Valencia correspondiente a la jornada número 31 de La Liga de futbol disputado en el estadio de El Sadar de Pamplona. MIGUEL OSÉS

El mejor partido de la temporada. Con goles, buen fútbol, y victoria de prestigio. Un encuentro vivo, abierto, dinámico, entretenido… ¡triunfal! La salvación queda cerrada con brillantez. El Valencia resultó un sparring con nombre que acabó desquiciado, impotente. Dejó jugar y no logró hacerlo él. Un equipo roto técnica, física y anímicamente, donde el entrenador Javi Gracia tiene mucha culpa. No recibió una plantilla para luchar por la Champions, pero sí para entrar en Europa compitiendo, a la luz de la calidad individual de sus jugadores. En Pamplona gozó de ocasiones, pero recibió un repaso en toda regla.

Arrasate repitió el esquema del trivote polivalente, dos extremos y delantero referente. El sistema funcionó de nuevo con fluidez pese a que cambiaron todos los componentes a excepción de Torró. Incluso al final del partido con Ezequiel Ávila y Ante Budimir sobre el césped. El argentino jugó en la banda dejando al serbio de punta único. Es decir, parece que en este final de Liga el entrenador ha dado con un sistema que no solo le funciona sino que lo hace con solvencia. Suma goles y puntos. Además, recupera la puesta en valor del mejor fútbol desplegado por los rojillos y que tanto conectó con la afición.

No decepcionó la visita de los ché. Regaló un partido cara a cara, de ida y vuelta en diversas fases, con fútbol dinámico, siempre vertical, acertado, de bota a bota, con desplazamientos cortos y largos a lo largo y ancho del terreno de juego. Que en la primera parte no hubiera prolongación indica el grado de intensidad en el juego. Marcó primero Osasuna, que aprovechó un robo de balón en la medular, línea clave en el éxito navarro. Los valencianos fueron superados en ella. Jugaron bien adelante, donde la mala fortuna les privó de seguir vivos después de segundo gol navarro, que tornó en goleada gracias a un doble penalti. Los tres goleadores -Javi Martínez, Calleri y Torres- merecieron ese premio personal.

Podríamos hablar de más detalles, muchos, desde la consolidación de Manu Sánchez hasta la puesta en valor de la plantilla y las posibilidades que ofrece. Sin embargo, no puedo pasar por alto las camisetas con que los dos equipos salieron campo, en protesta contra la Super Liga Europea, la pretensión de crear finalmente una NBA a la europea. Nunca he sido partidario de los deportes al margen de las federaciones, pero el fútbol necesita muchos reajustes. En la pelota dos empresas hacen y deshacen sin credibilidad deportiva, con jueces propios o al margen de los méritos del pelotari. Lo que no pueden ser es que la UEFA y sus federaciones funcionen por intereses empresariales sin poner el dinero, la materia prima o la fuerza de trabajo.

La NBA funciona y el fútbol tiene mucho camino por recorrer. Hay excesiva desigualdad entre las diversas Ligas y dentro de cada una de ellas, un calendario cargadísimo que las selecciones saturan en competiciones infumables. Sobran partidos sin interés. En cuanto al reparto de dividendos, la clave de la cuestión, la UEFA sale la mejor parada y, a través de ella, también las federaciones nacionales. Resultaría asumible si, como dicen, el dinero repercutiera en una mejora el futbol base, pero la realidad retrata un reparto donde prima la compra de fidelidades, caso de los cien mil euros de Luis Rubiales “para profesionalizar” las territoriales.

El problema es que, además de los encuentros de Madrid o Barça y del equipo propio, Osasuna en nuestro caso, ¿con cuántos partidos es capaz de torturarse el aficionado más entusiasta? Lo mismo podría decirse del seguimiento de la selección, de la Europa Ligue o de la liguilla de la Champions, felizmente finiquitada al ver las orejas al lobo. El problema es que la venta de derechos no depende de los clubes que los generan o que los equipos en semifinales de Champions arrastran una cantidad imposible de bajas para competir en varios frentes, bajas también motivadas por alargarse competiciones domésticas o jugarlas en el extranjero.

El fútbol necesita racionalidad, sentido común. Sobran muchas cosas, comenzando por la hipocresía de quienes lo explotan y pasan por defensores. Tiene bemoles, por ejemplo, calificar a la Liga la mejor del mundo después de mirar la tabla clasificatoria de arriba a abajo. El tema daría para mucho.


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La victoria soñada por juego, espectáculo y repercusión