• sábado, 20 de abril de 2024
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Opinión / osasuNAvarra

Real Sociedad - Osasuna: perdidos a orillas de la Concha

Por José Mª Esparza

Decepcionó Osasuna en el regreso a la realidad. Volvió a equivocarse Arrasarte con la línea de cinco atrás, con el proyecto de juego, y por no permitir a Roberto Torres despedirse en el verde.

El centrocampista japonés de la Real Sociedad Take Kubo (primer término) tras el segundo gol de su equipo en el partido de LaLiga ante Osasuna que se disputa este sábado en el estadio Reale Arena. EFE/ Javier Etxezarreta

La Concha está ahí, al lado. Cualquier día de esta semana ha saludado porcentualmente a más navarros que la Plaza del Castillo. Desde la playa donostiarra no cuesta mucho llegar andando a Anoeta, al estadio, al frontón, al velódromo, a todo un mundo archiconocido. Vamos, que imposible perderse en él.  Pues Osasuna lo consiguió a las órdenes, quién lo iba a decir, de Jagoba Arrasate.

Desde el principio pintó mal. Había que dejar un margen prudencial, pero pintaba mal. Tres centrales, cinco defensas, dudas, la Real con el terreno como comido, mirando hacia adelante. En fin, no eran buenas las sensaciones, y el paso de los minutos confirmó lo presentido. Tampoco estaba en frente la mejor Erreala, la envolvente, la que te invade sin darte cuenta, la que te deja sin armas, la que te anula.

No. El problema es que Osasuna se anuló a sí mismo. Lo de primera parte, con un Osasuna deslavado, perdido, sin fuerza ni personalidad, no dejóm lugar a dudas. Ni defendió bien, ni atacó. Da igual que jugara sin convicción o con ella, el resultado no dejó dudas en cuanto al marcador, con el golazo de Brais, y sobre todo con respecto al juego. Había dos equipos de color albiazul por medio de rojo. Ésa es la impresión que transmitió el potencial de uno y otro sobre el campo en cuanto a presencia, agresividad y control del juego.

Está claro que a Arrasate no le salió como esperaba el planteamiento dibujado con cinco atrás, tres en medio y dos adelante. Ninguna línea rojilla se impuso a la del rival. Así de claro, ninguna. Los txuri-urdin coparon espacios, iniciativa y el terreno ajeno. A los visitantes, faltos de ideas, y por tanto de convicción, más preparados para contener que para proponer, les quemó el balón, carecieron de referencias eficaces, no pasaron de medio campo. Una sombra.

Había que mover ficha. No quedaba otra. Pasó Manu Sanchez a jugar más adelante, lo mismo que el resto del equipo, para dejar una línea de cuatro, a la vez que de alguna forma se reforzaba el centro del campo. Pero tampoco. Los rojillos ganaron presencia, por fin, en campo rival, pero sin crear una aproximación interesante. Siguiente movimiento: sale Kike García como referencia ofensiva… Adiós al partido.

El Chimy, que ya no es el mismo ‘nueve’ que fue, pasó a la banda quedando el bigoleador del Arnedo como referente. Entre tanto, Budimir limpiaba sus botas y Roberto Torres calentaba. Los rojillos se guían sin inquietar a los donostiarras, siempre cómodos, y con capacidad de matar el partido en cada una de sus aproximaciones, como así hicieron. Entonces lo intentó el entrenador recuperando los extremos… mientras el de Arre, definitivamente, decía adiós a la ilusión de vestir de rojo por última vez.

Muy mal. El fútbol tiene mucho de sentimiento, algo que Arrasate tampoco entendió en Anoeta. Ni aún con quince jugadores sobre el campo habría ganado el partido… Tampoco supo verlo. Y ahora, a Bilbao. A ver. 


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