• viernes, 19 de abril de 2024
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Opinión / osasuNAvarra

El Sadar convierte en normal lo extraordinario

Por José Mª Esparza

Sin despeinarse, apurando lo justo, en busca incluso de la goleada, así firmó Osasuna su undécima victoria consecutiva en casa.

Partido entre Osasuna y Rayo Majadahonda disputado en El Sadar correspondiente a la trigésima jornada de liga. MIGUEL OSÉS
Partido entre Osasuna y Rayo Majadahonda disputado en El Sadar correspondiente a la trigésima jornada de liga. MIGUEL OSÉS

A pesar de no jugar bien, sin el fútbol fluido que le caracteriza, ni las acostumbradas transiciones veloces, verticales, el equipo de Jagoba Arrasate dejó a dos puntos más de distancia a su inmediato perseguidor en la tabla clasificatoria, el Granada. Pese a la mala primera mitad, embarullada y oscura, o que el Rayo Majadahonda firmara su único disparo de todo el partido, la victoria nunca dio la impresión de escaparse. Era cuestión de tiempo ante un rival claramente inferior, que en ningún momento pareció que disputara un ‘partido trampa’, y que ya quedó muerto y enterrado con el primer gol al filo del descanso.

Ante la ausencia de Nacho Vidal, el técnico Jagoba Arrasate prefirió probar con Oier de lateral junto a Mérida e Iñigo Pérez en el campo. Tampoco le salió el ensayo medio obligado. Ninguno de los tres se encontró cómodo en el primer tiempo. Precisamente en la medular es donde plantó batalla el equipo madrileño, tratando de colapsar a los rojillos y poco más. Lo lograron en esa primera parte. El Rayo impidió la fluidez local, pero sin proponer nada más a cambio, sin dar impresión de peligro. Pese a fallar multitud de pases o no lograr que circulara el balón, Osasuna amenazó bastante más que el Rayo, que salió con los brazos bajados tras la reanudación.

Pocos partidos disfrutarán los jugadores de Arrasate tanto como la segunda mitad, en la que hicieron cuanto quisieron. Con más tensión seguro que firman la media docena de goles que de hecho buscaron. Aunque el técnico dio descanso a Roberto Torres o Juan Villar, Osasuna acabó el partido con cuatro hombres arriba: Xisco, Brandon, Róber y Rubén García. Además Lillo cogió minutos, Iñigo Pérez lideró a sus anchas la medular, con Oier de compañero en el doble pivote. El conjunto cogió el orden y fluidez de los que careció en la primera mitad, pero tampoco hay que extrapolar mucho el dato, dado el bajonazo del cuadro rival.

En fin, poco más puede pedirse. Pese a la dificultad evidente de sumar once triunfos consecutivos en El Sadar, a todos parece normal. Es un hecho que viendo un partido como éste a nadie se le ocurre poner en duda la victoria, la grada se reinventa y divierte, y los jugadores crecen en convencimiento y autoestima pese a ser conscientes de que firmaron el mejor partido precisamente. Los complacientes saludos finales desde el centro del campo se han convertido en habituales. Además Sergio Herrera debutó en el campeonato diez meses después, en un partido plácido, adecuado para recuperar el tono competitivo. Fiesta total.

Tras el partido, con 60 puntos en el casillero, dos más distancia sobre el segundo clasificado, con una brecha de trece sobre el séptimo, es decir, con el ‘play-off’ casi atado, el pensamiento obligado que dejó la victoria es el calendario, los 12 partidos que restan (incluido el Reus), 36 puntos por disputar, la docena de hojas de calendario que faltan por caer. Los números cuadran, pero mucho más importante que los guarismos conseguidos son la confianza que trasmite el fútbol del equipo de Arrasate, su libro de estilo, la forma en que casi toda la plantilla colabora a su modo a pesar de estilos tan contrapuestos. Ante el Rayo Majadahonda cambió la punta de ataque en el descanso, cuando Brandon sustituyó a Juan Villar, dos jugadores que no pueden ser más diferentes, pero el conjunto sigue igual de reconocible.

Quedan doce hojas de calendario apasionantes.


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El Sadar convierte en normal lo extraordinario