Fue John F. Kennedy el que decidió tirar por la calle de en medio y apadrinar una invasión desastrosa, la de bahía Cochinos, pero no pasó a la Historia por eso, sino por haber sufrido un magnicidio. Ahora, Obama, cree que pasará a la posteridad por haber solucionado lo que no ha solucionado, pero será recordado por su singularidad sociológica: ser el primer presidente de color (de color negro, como dicen Les Luthiers) de Estados Unidos.
Hace falta estar muy obsesionado con dejar un recuerdo histórico para no advertir que su visita ha sido previamente salpicada de un homenaje a un sátrapa como Maduro, y una redada y detención de disidentes, como las que había en España, en tiempos de Franco, cuando el dictador iba a visitar alguna ciudad. Por si acaso.
Incluso Aznar comenzó a negociar con ETA, hasta que se percató de la tomadura de pelo permanente de los etarras, y se decidió por lo más eficaz, que fue poner todos los medios para su desaparición. No lo logró, pero alcanzó lo que nunca se había conseguido: la inactividad cruenta de los asesinatos.
Y mientras Obama juega a que se le recuerde en los libros de texto, por estos lares estamos en el preámbulo de alcanzar el Poder. Y estoy convencido de que Pedro Sánchez lo logrará, dejando a su novio actual por Podemos, que comienza a sentir el vértigo de unos nuevos exámenes ante las urnas. Y los profesores universitarios saben muy bien lo borde que puede salir cualquier exámenes que se barrunte sencillo.
Y creo que Sánchez pasará a la Historia, no por lo que puede hacer desde el gobierno, sino por todo lo que hizo para obtenerlo.