Aún así conviene hacer una reflexión acerca de la sobreactuación que produce un efecto multiplicador del pánico general, objetivo último de los terroristas de cualquier signo.
Viene esto al caso del atentado cometido por un joven alemán e iraní que disparó indiscriminadamente en un centro comercial en Múnich. Seis horas después del suceso la policía seguía sin desmentir la información que hablaba de tres terroristas fuertemente armados que habían huido tras disparar a la multitud.
Una ciudad como la capital de Baviera se quedó sin trasporte público, se conminó a los ciudadanos a permanecer en sus domicilios, se solicitaron refuerzos al Gobierno Federal y ninguna autoridad regional apareció en los medios de comunicación para dar información verídica. Mientras, las redes sociales se hacían eco de toda suerte de rumores sin ningún fundamento como el dato falso de que se habían producido más tiroteos en otros puntos de la ciudad.
Todos los expertos en la lucha antiterrorista coinciden en que en el siglo XXI, en el mundo globalizado, la quimera de una sociedad con riesgo cero no existe. Así como de la necesidad de coordinar la información de los servicios de seguridad para detectar, antes de la tragedia, a los presuntos terroristas fichados en sus países de origen. Fallos estrepitosos de los servicios de inteligencia belgas estuvieron detrás de la horrible matanza de la sala Bataclan de Paris. Se menospreció una información facilitada por la policía turca que alertaba de la peligrosidad de dos de los autores del tiroteo en París.
Volviendo a Múnich, doce horas después ninguna autoridad ha confirmado la veracidad de un vídeo grabado supuestamente por un vecino en el que se oía decir al joven asesino que era alemán. Solo se sabe que actuó solo y que como informaron las redes sociales se suicidó.
La falta de datos veraces tiene un efecto multiplicador en la sensación de terror que es precisamente el objetivo de sus autores y la alarma contribuye a medio plazo a alimentar sentimientos xenófobos y de odio al extraño. Si la crisis de la emigración, provocada por el drama terrible de las guerras de Siria, Irak o Libia, está haciendo crecer movimientos populistas de extrema derecha, la sobreactuación policial lleva a la búsqueda de líderes políticos que garanticen la seguridad.
El riesgo de la pérdida de los valores que han conformado la sociedad democrática europea, la igualdad, la solidaridad, la libertad es una fantasma que planea sobre el viejo continente y con una carga destructiva que puede hacer del Brexit una broma.