• martes, 16 de abril de 2024
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Blog / Capital de tercer orden

El Camino de Santiago pasa por Pamplona

Por Eduardo Laporte

No está de más recordar que todos los días sale el sol y que Navarra pinta mucho en el camino que recorra el Camino

Un peregrino, en el Camino de Santiago EFE
Un peregrino, en el Camino de Santiago EFE

Tras el visionado de ‘El camino’ (The Way), que dirigió Emilio Estévez un poco por homenaje a su abuelo gallego, queda la sensación del Camino de Santiago como una ruta consciente de sí misma. Un hilo histórico conectado entre sus nodos, ya sea en Roncesvalles, en Burgos o en Astorga, con todos sus participantes sosteniendo, tensando, en el buen sentido, ese hilo. (Porque la vida, como las novelas, necesita de sus dosis de tensión para no venirse abajo).

 

En los 25 años que pasé sin salir de Pamplona, no noté esa conexión jacobea, más allá de algunos peregrinos sueltos con sus cayados, clac-clac, por la calle Mayor. Otros también bajando por la Fuente del Hierro, embocando Cizur Menor por aquellos puentes tripudos que apuntan al Perdón.

Si vives en la capital de Foralia y no has completado aún la etapa Pamplona-Puente la Reina, por el trazado histórico, tienes delito. No tanto como no haber completado el recorrido que va de San Jean Pied de Port a Logroño, pero casi. Estaría bien hacer un censo de quienes han llevado a cabo esas etapas y señalar en plaza pública a los que no. ¿Nafarroa oinez? Desde mi distancia existencial diría que la Javierada ha eclipsado al Camino de Santiago, dejándolo como cosa de guiris y lectores de Paulo Coelho de los que ponen piedras en los montoncitos —cosa que sólo se acepta cuando sirve para indicar la ruta— y atan infames candados a los puentes para después pedir un deseo y tirar la llave al río. Es el peregrino chusquetti, el peregrino pilongo, como decía nuestro profe, el Pacorro, al referirse a ciertos cristianos de misa dominical e hipocresía semanal. El peregrino que sube a Instagram la enésima comilona que se mete entre pecho y espalda.

Mi buen amigo Guillermo González Balmaseda, con el que he recorrido no pocas rutas (La de la Plata, etapas del Camino que sale desde Madrid) carga las tintas contra estos buenrrollistas del Camino, los recolectores de experiencias para sus perfiles de Tinder, los que abrazan los deportes de riesgo porque nunca se arriesgaron a mirar hacia dentro de verdad. Guillermo les azote elegantemente su libro ‘Vía’, de próxima aparición, en una escena en que el protagonista entra en una localidad cuyos muros están infestados de frasecitas motivacionales, el surimi de la sabiduría:

 «Sintió que se le revolvían ligeramente las tripas. Le pasaba a menudo, cuando sentía que algo bueno, como un pensamiento brillante, era desnaturalizado al sacarlo de contexto, o era empleado en sobredosis, como los mensajitos dulzones viralizados por el móvil o las redes sociales o, peor aún, cuando era exhibido con la pomposa simpleza de quien se creía docto por citar verdades sencillas de pensadores famosos».

Esa es, precisamente, una de las reivindicaciones que inquieta a quienes se dedican a cuidar la ruta jacobea, el vaciado de significado de una ruta que amenaza con convertirse en una yincana dirigida por Patry Jordán. Instituciones como los Amigos del Camino del Santiago de Estella, la segunda más antigua del mundo tras la de París, preocupadas por el riesgo de que el Camino muera de éxito. Se quejaba su presidente, Maxi Ruiz de Larramendi, que el Gobierno de Chivite no les estaba atendiendo. Divididos entre el dilema calidad y cantidad, puesto que la cantidad también trae euros y puede frenar la despoblación de la zona, este año el Camino, y quienes lo sustentan, se enfrenta no obstante al mayor bajón de peregrinos que se recuerda, virus mediante. ¿Cómo será 2021, que coincide con Año Xacobeo?

Como señalaba con acierto el sacerdote Javier Leoz, este año la Navidad quizá sea más Navidad que nunca, al prescindir de todo ese espumillón juerguisocial etílico-bullanguero en el que se han convertido esos días de otrora paz y polvorones. Pues bien, algo parecido sería deseable para ese Camino de Santiago cada vez más desvirtuado, loucostizado, que ha pasado de vía de introspección y contemplación a PortAventura de pulsómetros y domingueros de largo recorrido. Sería un poco triste que sólo una pandemia pueda devolvernos el espíritu original del Camino.

Apremiaba el parlamentario de UPN, Patxi Pérez, a acometer las medidas necesarias para organizar en condiciones el Xacobeo 2021 y todo lo concerniente a su paso por Navarra, en lo que coincide el citado Maxi Ruiz, de la agrupación estellesa. Que me corrijan si me equivoco, pero la pelota sigue en el tejado chivitesco.

No hay distinción, o no debe haber, dice Pablo d’Ors, entre lo sagrado y lo profano.  A eso nos lleva la meditación, a apreciar el misterio de la existencia en cualquier parte, en un trozo de cuerda, en un tornillo. Sin embargo, existen lugares que parecen imbuidos de una magia especial, y ese camino, hollado por miles de peregrinos desde la noche de los tiempos, es uno de ellos.

A juzgar por la inacción del PSN para atender las demandas de los actores implicados, se confirman mis sospechas. Vivimos de espaldas al Camino de Santiago. Como si antes de enfilar hacia Burgos, León, Sarria, con el monte do Gozo en la brújula, diera un salto olímpico, parabólico, paradójico, en Navarra.

Nos vemos en Santiago.

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