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Blog / Capital de tercer orden

La curva más limpia

Por Eduardo Laporte

De pequeño, los encierros «rápidos y limpios», esos que duraban unos dos minutos y medio, me decepcionaban. Yo quería sangre, cornadas, volteos, pisotones, caras desencajadas, ambulancias. Que me devuelvan mi dinero, y el madrugón, si no hay carnaza. Era, como todos los niños, un pequeño sádico acostumbrado a las peleas de acción y a la adrenalina del dolor ajeno.

De mayor, he evolucionado como espectador del encierro. Busco ahora esa tensión que se da entre los cuernos y la espalda del corredor, ese instante decisivo, que diría el fotógrafo Cartier-Bresson, que tiene algo de chicle cósmico, de tiempo detenido dentro del caos no ya entre la vida y la muerte, que también, sino entre la paz y la guerra. El salir indemne y feliz o con una nariz rota. El encierro está lleno de pequeñas heridas que no salen por la puerta grande y que se pueden pagar con el peor de los ridículos. Ese comentario paternalista de «quién te mandaba…».

salto
Pío Guerendiain

En el primer encierro de los Sanfermines 2016, con la ganadería gaditana de Fuente Ymbro, ha habido, como siempre, miles de instantes decisivos. Fotógrafos como Pío Guerendian, destronado ya de su esquina prodigiosa, tienen que acotar el recorrido de su vista a un solo tramo, a unos pocos metros, como el actual, en el puesto de RTVE, en la entrada al coso. Ahí está el misterio del encierro, en ese congelar un instante, elegir un cuadro entre el caleidoscopio loco de planos. El otro día pensaba, tumbado en el Retiro, en que la vida sólo existe a través del arte: antes sólo hay ruido, tumulto, anarquía más o menos organizada como las propias fiestas de San Fermín, y sólo el arte da vida a la vida. Espero la foto de Pío para que este primer encierro exista, porque hasta entonces sólo han sido dos minutos y veintiochos segundos con un ingente material ávido de ser moldeado.

El mozo que ha entrado solo en la curva de Estafeta, quizá ignorante, como los propios toros, de la boca de lobo en que se estaba internando, ha sido uno de esos momentos decisivos que fijo desde el objetivo de mis letras. De pronto, el pandemónium se disipa y parece que todos los elementos se alinean para que el corredor esté ahí: él, la curva, dos toros y la carrera. La curva más limpia. Como en un sueño.

Luego llegaría la tensión más abigarrada, la cercanía de las astas, la frontera, tan cerca de pronto, al otro barrio, en la última curva antes de entrar en la plaza, antes de ser libres y volver a esa tregua de 23 horas y 57 minutos que da el encierro cada día a la muerte, como dijo Apaolaza, que hoy también estaba ahí. Pero la belleza de la curva más limpia prevalece aún, a la espera de que un fotógrafo la rescate, le dé vida, la haga real. Quizá el encierro se inventó por eso: para, como hace el arte, devolver vida a la vida.

danza
Pío Guerendiain

 

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La curva más limpia