• jueves, 28 de marzo de 2024
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Blog / Capital de tercer orden

Se acelera el corazón

Por Eduardo Laporte

El primer encierro de los SF’18 nos recuerda su capacidad para sacarnos de nuestra inercia zen: quizá no salgas vivo del recorrido

Primer encierro de San Fermín 2018 con toros de Puerto de San Lorenzo en el Ayuntamiento. MIGUEL OSÉS 0088 (10)
Primer encierro de San Fermín 2018 con toros de Puerto de San Lorenzo en el Ayuntamiento. MIGUEL OSÉS.

Lo canta la jota entre cántico y cántico al santo morenico. Se acelera el corazón. De pronto, la vida puede pasar, valga la redundancia, a mejor vida. O a peor. Cuenta Eric Clapton en sus memorias que, en sus peores años en el pozo del alcoholismo, si nunca pensó suicidarse en serio fue porque no hay whisky tras la muerte. ¿Habrá encierros en el Más Allá? Correr en el encierro es comprar un ticket to heaven, que cantaba Dire Straits, y eso acojona. Acelera el corazón.

El primer encierro, Puerto de San Lorenzo, también acogotó, con ese día nublado que últimamente es lo esperable, joer, qué tiempico en Mordor, y tuvo algo de amorfo. Luego uno analiza con la tirolina, qué bonitos planos de Santo Domingo, y hace una lectura de todo lo que ha acontecido en esos tres minutos prietos de encierro y vida, pero en directo las carreras como las de hoy tienen algo de pandemónium abigarrado.

Mucha «influencia» de corredores, como decía esta mañana un corredor con ínfulas, «mayormente», de tertuliano culto. Apenas llegamos a vislumbrar algún rostro conocido, como el de Sergio Colás, que desde su sordera vive una particular concepción del encierro; debe tener una textura especial estar ahí abajo, en ese Vietnam plagado de toros antipersona, en absoluto silencio. También andaba el clásico Joe Distler, que hoy cumplía 50 años como corredor, que se dice pronto, aunque el azar no quiso darle segundos de gloria, como tampoco los tuvo el podólogo Eguíluz, con una carrerita discreta aunque a punto estuvo de irse al suelo.

El corazón se acelera especialmente en Santo Domingo, cuando comienza el adoquín. Digamos que el momento de la verdad se hace presente, se hace carne, se hace peligro. Donde hoy se sitúa la consejería de Educación, antaño estuvo el Hospital Militar, que servía de primera criba para enviar a los heridos más graves al Hospital Provincial. Ahí esperaban, tensos, médicos como Máximo Ramírez que, en la biografía que de él escribió su sobrino Daniel Ramírez, cuenta cómo lo primero era ver el estado de locuacidad de los afectados.

Si hablaba poco, malo. "Lo malo es el herido que aparentemente no tiene nada y tan sólo se encuentra amodorrado. Ese es el que me da miedo, puede haber una fractura interna, son los peores". Luego hay otros casos que no dejan dudas sobre el impacto sufrido. Como sucedió con Hilario Pardo, que sufrió una caída muy cerca del Hospital y se dio contra un bordillo. "Tenía la cabeza abierta por detrás y la sangre le manaba por los oídos y por los ojos", contaba la crónica de ‘Diario de Navarra’ del 13 de julio de 1969.

A la mayoría se le acelera el corazón cuando estalla el cohete del inicio del encierro. A Hilario Pardo se le paró aquella mañana. Sábado y llovizna: estamos vivos.

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