Las carreras sin heridos espectaculares permiten detener la vista en los matices, como los huecos que aprovechan los corredores
- sábado, 14 de diciembre de 2024
- Actualizado 10:53
Las carreras sin heridos espectaculares permiten detener la vista en los matices, como los huecos que aprovechan los corredores
Sostiene Solano que las cámaras "practicables" de la televisión ofrecen una sensación de "aplastamiento". Como esos libros desplegables o la propia ciudad de Nueva York, cuyos edificios parece que se van a desmoronar unos sobre otros. Si en Manhattan la densidad arquitectónica es apabullante, no lo es menos la humana en los encierros de Pamplona, cosa que sabe el corredor avezado para encontrar su hueco. O, citemos, como decía Peter Handke, los intersticios de lo habitable. Porque haberlos, haylos.
Sexta carrera de unas fiestas que, cuando comienza la escalerilla final, van camino de convertirse en las menos cruentas de lo que va de historia. O los corredores son más hábiles, o los toros más rápidos y focalizados, o los cabestros los tapan —hoy no ha sido el caso— o la estrellita de invencible de SuperMario de Amiens protege a unos mozos que siempre están a un cerocoma del susto bien gordo.
Como los que cada día padecen las embestidas de los animales que arrastran la inercia, y el cansancio, de toda la Estafeta en sus lomos. Hay un punto que las cámaras no recogen o recogen poco, donde falleciera el malogrado Daniel Jimeno, en el que cada mañana vemos considerables pifostios. Como el golpazo en toda la nuca que se ha llevado un chaval, medio desprevenido, en ese punto que es lo contrario al vacío que debe buscar el buen corredor.
Como el joven madrileño que comentaba a los medios que se genera un "vacío muy bueno" cuando se agota la calle Mercaderes y se despliega la Estafeta. Surge entonces un instante mágico en el que el corredor debe encontrar rápido, pero con un milésimo margen de tiempo —un lujo en el trajín velocísimo del encierro—, el lugar en que colocarse, recibir al toro, buscar su cabeza y, con suerte, galopar un metros a su merced.
Los toros mandan y su querencia por el recorrido suele seguir un patrón. Todo el mundo sabe, que diría Cohen, que en la plaza Consistorial tienden a la derecha, para luego deslomarse a la izquierda en la curva más famosa del mundo y tirar un poco para la derecha de nuevo en Telefónica, punto negro con el recuerdo del corredor de Alcalá de Henares y los capítulos broncos, aparatosos, que cada día se suceden ahí.
La velocidad animal de Santo Domingo imprime respeto, pero la transición hacia el comienzo de Estafeta no es mal punto para vivir tu propio encierro. Ese es el reto del corredor noble, encontrar su propio intersticio, hacerse fuerte en él y comprobar, una brizna de tiempo apenas sentida, que ya pasó todo.