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Blog / El espejo de la historia

El ministrilla

Por Javier Aliaga

El ministro de Sanidad, Salvador Illa, ostenta un record inigualable: la peor gestión de la pandemia de Covid-19 en la primera y en la segunda ola.

El ministro de Sanidad, Salvador Illa, y la portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, durante la rueda de prensa por videoconferencia para abordar la evolución del coronavirus en España. En Madrid, (España), a 17 de abril de 2020. - Moncloa. Europa Press.
El ministro de Sanidad, Salvador Illa, y la portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, durante una rueda de prensa. ARCHIVO

Salvador Illa se convirtió en ministrilla por la patilla, tan sólo por ser preboste del PSC, la antigua pandilla de Montilla. Sánchez tuvo que pasar por taquilla, y así entró en su camarilla. Al ministrilla que en Salud poco brilla, pues la filosofía es su carrerilla, le asignó el Ministerio de Sanidad por ser de pacotilla. Como la responsabilidad está transferida, el cargo era una bicoquilla.

Pero al llegar el coronavirus, comienza la pesadilla. Sánchez establece el estado de alarma para que el ministrilla asuma el mando único desde un ministerio con poca plantilla, que compra material defectuoso, sospechosamente con trampilla, a un precio que no es ni mucho menos calderilla. Sin trasparencia, se ocultan datos y muertos, todo se maquilla con Simón de cabecilla.

Niega, con muletilla, la utilización de la mascarilla. Semanas más tarde, anuncia la mejor solución para evitar el contagio es, ni más ni menos, que la denostada mascarilla. El comité científico marca las fases de desescalada, apostilla, junto a Simón, el ministrilla. Mas nunca existió tal comisión: una falaz mentirijilla. Por eso el País Vasco pasa de fases sólo por decisión politiquilla.

Acabado el desconfinamiento, Sánchez trasfiere el mando a las autonomías, anuncia la nueva normalidad y la victoria al virus desde Castilla a Sevilla. Se abren, sin control, fronteras y aeropuertos para que el turismo pase por ventanilla. El virus crece en Cataluña, Francia aconseja no viajar a la tierra del ministrilla, a la que éste no quiere poner la zancadilla.

A pesar de que los rebrotes pronostican una segunda ola, Sánchez se va de vacaciones con la maletilla; mientras planea el acoso a Madrid y su autonomía con el gurú de su camarilla. El ministrilla alude a criterios científicos de boquilla, pero acaudilla impunemente la guerrilla. Los gobiernos escenifican un sainete con una cumbre en el centro de la villa. La tregua se rompe por el asalto a la silla de la presidentilla.

El pulso es una trifulca que atufa a basurilla de una nauseabunda politiquilla. La prensa se hace eco de la comidilla, asistimos atónitos entre los dos gobiernos a la rencilla. La comunidad hinca la rodilla, tiene que aislar la villa. Navarra con mayor incidencia, sin medidas estrictas, ¿será porque Chivite es de Urkullu su criadilla?

Desde Europa hasta la Conchinchina, en la primera y segunda ola, no hay peor gestión que la del ministrilla. La ciudadanía está de política hasta más allá de la coronilla. Haya o no tercera ola, dimita por favor Sr. Illa, si algo le queda de honrilla. Por nuestra salud bien empleada estará esta sencilla coplilla.

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