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Blog / El espejo de la historia

Indalecio Prieto: un golpista confeso

Por Javier Aliaga

En 1934 el líder socialista Indalecio Prieto compró y suministró armas para dar un golpe de Estado contra el gobierno legítimo de la II República.

Indalecio Prieto, durante un discurso. ARCHIVO
Indalecio Prieto, durante un discurso. ARCHIVO

A Bilbao se puede llegar de diversas formas: por tierra, mar y aire. Si tiene la oportunidad de hacerlo en un ferrocarril de Renfe-Adif, al descender del vagón se accede al vestíbulo donde se encuentra un inconmensurable busto de Indalecio Prieto, pues da nombre a la estación. Es el mismo personaje que hace dos meses, a propuesta de Vox, con el apoyo de PP y C’s, su nombre ha sido retirado del callejero madrileño en aplicación de la Ley de Memoria Histórica; también su estatua en Nuevos Ministerios de Madrid ha sido repetidas veces grafitada con el apelativo “asesino”.

En defensa de Prieto y de su antagonista Largo Caballero, un centenar de historiadores han salido en tromba para desmontar los argumentos utilizados por Vox. El partido socialista siempre ha tenido el corazón partido y en tiempos de la II República, no fue una excepción. Hubo dos facciones contrapuestas: los partidarios de Largo Caballero o caballeristas y los de Prieto o prietistas en teoría los moderados (había una tercera la de Besteiro).

Lo que ningún historiador de esa lista puede poner en duda es que los dos líderes del PSOE en confrontación, acordaron dar un golpe de Estado en 1934 para imponer la dictadura del proletariado: Largo Caballero como instigador e intelectual; mientras que Indalecio Prieto compró y suministró un inmenso alijo de armas para que los socialistas pudiesen hacer su revolución. Podrán utilizar eufemismos como huelga general o huelga revolucionaria; pero aquello fue un atentado contra el orden constitucional republicano: una rebelión armada o golpe de Estado.

En septiembre de 1934, un mes antes del levantamiento, y por tanto de la entrada de los tres ministros de la CEDA en el Consejo de Ministros –excusa tradicional socialista-, el vapor Turquesa fondeó próximo a San Esteban de Pravia (Asturias). Mediante lanchas se descargó el armamento. En tierra, mientras Prieto y otros gerifaltes socialistas supervisaban el desembarque, sus correligionarios cargaban el armamento en camiones de la Diputación (controlada por PSOE). Sin embargo, la operación fue interceptada, y en parte frustrada, por la Guardia Civil y los Carabineros.

Tal como refleja la hemeroteca de septiembre de 1934, la noticia tuvo gran repercusión en prensa con profusión de artículos sobre lo sucedido. Se sabía que los socialistas estaban detrás del ilícito contrabando de armamento, especulando si Prieto estuvo allí. Años más tarde, describió con detalle su participación en el desembarque del Turquesa en Convulsiones de España, desde su exilio dorado mexicano (se hizo cargo del tesoro del yate Vita producto de la incautación; oro, dinero, joyas, reliquias y cuadros).

El PSOE estuvo implicado hasta el tuétano en aquel golpe de Estado; tras lo sucedido en San Esteban se hizo un registro a la Casa del Pueblo de Madrid donde encontraron también armas. Largo Caballero, como otros cabecillas socialistas, acabó en la cárcel. Prieto se hizo un Puigdemont a Europa, como ya lo había hecho en 1930 con el pronunciamiento de Galán contra la monarquía de Alfonso XIII, o como lo haría años más tarde en 1938, cuando tuvo la certeza de que la República perdería la guerra.
 

Titulares de prensa de septiembre de 1934 sobre el alijo de armas del Turquesa interceptado.

Lo que honra a Indalecio Prieto es su autocrítica. En la celebración del 1 de mayo de 1942, aunque negó haber participado en la génesis en la rebelión, asumió su intervención en ella: "Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi participación en el movimiento revolucionario. Lo declaro como culpa, como pecado; no como gloria".

Todo indica que Vox ha tergiversado argumentos al intentar aplicar la Ley de Memoria Histórica, para retirar a Largo Caballero y a Prieto del callejero madrileño. Ahora bien, olvidándonos de esa ley para no distorsionar el fondo de la cuestión, nos preguntamos: ¿un golpista reconocido contra un gobierno legítimo y democrático puede ser merecedor de dar nombre a calles o estaciones de tren? Obviamente, una sociedad democrática no debiera consentir tal infamia. Dicho de otra forma: ¡Qué enferma está nuestra democracia para admitirlo!

Por otra parte, comparemos la rebelión armada contra la democracia de Prieto y los presuntos chanchullos monetarios del rey emérito, que por el momento no tiene una causa abierta. ¿Quién de los dos ha hecho más por la democracia de este país? Sin embargo, varias ciudades, con el apoyo socialista, se han apresurado a retirar el nombre del emérito del callejero.
 

Repercusión en prensa de la escandalosa sesión del Congreso de los Diputados del 4 de julio de 1934 en la que Prieto sacó la pistola.

Lo inconcebible es que el busto de Prieto esté en los pasillos del Palacio del Congreso de los Diputados. En el templo de la democracia se rinde homenaje a un golpista confeso. Para más inri, es el mismo personaje que el 4 de julio de 1934, sacó en un pleno la pistola, la amartilló para apuntar a un diputado del partido conservador. Su declaración, según el Diario de Sesiones: “He sacado la pistola después de haber visto frente a mí otra ya fuera del bolsillo”. Un misterio que todavía persiste, nadie vio otra pistola.

En resumen, es claro que la ejemplaridad democrática de Indalecio Prieto deja mucho que desear. A pesar de ello, el PSOE seguirá aplicando esa doble vara de medir que utiliza para los suyos.

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