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Blog / El espejo de la historia

La Navarra pandémica (1918 y 2020)

Por Javier Aliaga

El autor hace un repaso de la pandemia de 1918 estableciendo un paralelismo con la Covid-19.

El Colegio de Enfermería organiza un acto de homenaje a los fallecidos por Covid-19 y de agradecimiento a los colaboradores en las iniciativas solidarias frente a la pandemia. MIGUEL OSÉS
El Colegio de Enfermería celebró recientemente en Pamplona un acto de homenaje a los fallecidos por Covid-19 y de agradecimiento a los colaboradores en las iniciativas solidarias frente a la pandemia. MIGUEL OSÉS

Hace dos años, en el centenario de la pandemia de 1918, escribí cinco artículos sobre lo acaecido en Navarra en aquella época. Difícilmente podía imaginar que en unos meses viviríamos la Covid-19 con enormes similitudes.

El origen de ambas epidemias es vírico: el virus de hace un siglo, cuya enfermedad se denominó gripe española, era similar al de la gripe estacional que sufrimos anualmente, aunque excepcionalmente agresivo; la del Covid-19, como sabemos, está producida por el coronavirus SARS-CoV-2. Los dos virus proceden de especies animales que saltan al ser humano.

En España –país no beligerante en la Gran Guerra de 1914- la prensa informó abiertamente de la enfermedad, algo que fue impedido por la censura de los países europeos en conflicto. Aunque la epidemia se inició en Kansas, el sambenito nos lo colgó la Royal Academy of Medicine británica bautizándola Spanish Influenza o gripe española.

La pandemia de gripe de hace un siglo incidió en Navarra, como en el resto de España, en tres oleadas que duraron casi un año: la primera, la más benigna, en la primavera de 1918, con apenas incidencia en nuestra tierra –afectó principalmente a Madrid-; la segunda, la más mortífera, en Navarra estalló el primer brote epidémico a primeros de septiembre en Goizueta con 200 infectados, se prolongó hasta finales de noviembre; y finalmente la tercera, en el primer trimestre de 1919.

La situación sanitaria de principios del siglo XX era deficitaria. La ciencia estaba inerme para luchar contra aquella enfermedad tan letal. Se desconocía la existencia de los virus, pues son indetectables con un microscopio normal (óptico) -el electrónico llegaría en los años treinta-.

Otro factor en contra es que tampoco había antibióticos –Fleming descubrió la penicilina en 1928- para combatir las infecciones de bacterias oportunistas surgidas por la debilidad de los contagiados. Por ello, no es de extrañar que los médicos del tiempo dieran palos de ciego con remedios extravagantes e inefectivos.

La estructura sanitaria era primitiva, sin un ministerio propio; todo lo relacionado con la salud formaba parte del Ministerio de la Gobernación (MG) función que delegada en las Juntas de Sanidad provinciales y municipales; por tanto, en Navarra la máxima responsabilidad correspondía al gobernador civil y al inspector provincial de Sanidad.
 

Portada del ejemplar de El Sol del 28 de mayo de 1918, Madrid ya tenía 80.000 enfermos de gripe, entre ellos, el rey Alfonso XIII. ARCHIVO

La propagación de la epidemia de 1918 -en tres meses se hizo planetaria- fue tan rápida como la Covid-19, algunos atribuyen aquella celeridad a las aves migratorias, pues el gran reservorio de los virus de la gripe son las aves. Mientras que la vertiginosa expansión de la Covid se debe exclusivamente al ser humano y a su facultad de desplazarse en avión.

Una característica similar en las dos epidemias es el contagio: de persona a persona a través de la gotitas que expele un infectado. En 1918, aún teniendo un conocimiento empírico del patógeno, se tomaron medidas acertadas.

1. Confinamiento. Hace un siglo no hubo confinamiento, ni prohibición de movilidad. El aislamiento sólo se aplicó a los enfermos.

2. Mascarillas. El comunicado inicial del inspector provincial, publicado en prensa, insistía en la “defensa del aparato respiratorio”, y en evitar respiraraire denso y confinado de los establecimientos de reunión colectiva; pero no se llegó a recomendar el uso del “tapabocas”. Donde sí se impuso la obligatoriedad de llevar mascarilla fue en algunas ciudades de los EEUU, como San Francisco; el fabricante de tejanos Levi Strauss & Co confeccionó miles de ellas para la Cruz Roja.

3. Fronteras. En los primeros días de la epidemia, se cerró la frontera de Irún por las noches para ser reabierta por la mañana. En las fronteras, incluido en las navarras, había “médicos, estufas de desinfección por vapor, pulverizadores…”. Los viajeros que llegaban eran sometidos a reconocimiento y sus equipajes desinfectados.

4. Fiestas. El 22 de septiembre el MG envió a los gobernadores civiles una circular para que evitasen aglomeraciones, recomendando retrasar las fiestas. La Junta de Sanidad de Pamplona hizo caso omiso, el programa de los Sanfermines Chiquitos (de Aldapa) se celebró con normalidad del 22 al 26. Al día siguiente, el gobernador prohibió expresamente “toda clase de fiestas, espectáculos y aglomeraciones de público en lugar confinadosdeben prohibirse ferias y mercados...”. A partir de esta fecha todas las fiestas de Navarra se suspendieron.

5. Normas higiénicas. El alcalde de Pamplona el carlista, Javier Arraiza, emitió un bando obligando al riego y desinfección de “cuadras, pocilgas, establos, caños, letrinas”, aconsejando el lavado y la desinfección de: manos, cavidades buco faríngeas y fosas nasales.

6. Cierre de centros de enseñanza. El 1 de octubre la prensa de Pamplona informó que los directores de los colegios públicos y privados habían suspendido las clases. Días más tarde también se clausuraron las escuelas municipales.

7. Espectáculos. La orden gubernativa que prohibía “aglomeraciones de público” no fue de aplicación a los tres espectáculos de Pamplona que siguieron funcionaron durante la pandemia: el Euskal-Jai que alternaba sesiones de pelota y de cine; el Teatro Gayarre; y el cinematógrafo Salón Novedades.

8. Oficios religiosos. Lejos de prohibirse, proliferaron por doquier. La Navarra más tradicional se volcó con todo tipo de plegarias, novenas y procesiones. Desafortunadamente, el trasiego de gente en aquella frenética actividad litúrgica logró el efecto adverso. Los templos también fueron objeto de desinfección, el agua bendita se cambiaba a diario, posteriormente se sustituyeron las pilas por cuentagotas

9. Sanitarios víctimas. Muchos médicos y farmacéuticos contrajeron la enfermedad en el ejercicio de su misión. La única víctima mortal, entre los sanitarios navarros, fue el médico titular del municipio de Muruzábal, Romualdo Iciz.

10. Cementerio. La Alcaldía de Pamplona dictó medidas estrictas: tras el fallecimiento, en dos horas los cadáveres debían ser conducidos al cementerio; se prohibió el acompañamiento y la entrada de público al cementerio.

Como en el caso de la Covid-19, la gripe española produjo una profunda crisis económica y social. Los ayuntamientos, en especial el de Pamplona, además de luchar contra el patógeno con desinfección y riego de calles, tuvieron que batallar en el frente social: asegurando el suministro de subsistencias (pan, leche, huevos) con incautaciones; evitando la especulación con intervención de precios; y repartiendo bonos de comida y de medicamentos entre los más desfavorecidos.

Para hacer frente a los gastos, el Ayuntamiento de Pamplona abrió una suscripción pública, así como un crédito extraordinario de 20.000 pts. con cargo al ejercicio 1919; parte de lo recaudado se destinó a las sociedades de socorro obreras que se vieron empobrecidas por las bajas de sus asociados.

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La Navarra pandémica (1918 y 2020)