La secuela de la ganadora de los Oscar del 2000 refleja todos los defectos del cine reciente de Ridley Scott.
- sábado, 14 de diciembre de 2024
- Actualizado 08:14
La secuela de la ganadora de los Oscar del 2000 refleja todos los defectos del cine reciente de Ridley Scott.
Según veía “Gladiator II”, me acordaba de esas secuelas que Disney sacaba de sus películas a principios de los 2000 directamente en VHS. Las sacaban para rentabilizar la película inicial, pero nadie dudaba que estaba hecha con menos recursos. Por eso, nada menos que “El rey león” tiene dos secuelas de las que nunca nadie habla.
Esa es la sensación que tengo viendo “Gladiator II” en una sala llena en la que no hubo una sola reacción visceral o emocional ante lo que estábamos viendo. Y si lo hubiese sería la risa incontrolada ante momentos o frases algo bochornosas: flashbacks innecesarios o cuando se repiten frases míticas de la primera sin creérselo del todo. Todas las referencias que hay a la primera, hunden más a la secuela. Si “Top Gun 2” es el ejemplo de gran secuela 20 años tras el estreno, ésta es lo opuesto.
Sinopsis: Años después de presenciar la muerte del admirado héroe Máximo a manos de su tío, Lucio se ve forzado a entrar en el Coliseo tras ser testigo de la conquista de su hogar por parte de los tiránicos emperadores que dirigen Roma con puño de hierro.
Es increíble la indiferencia que causa este proyecto de 200 millones ante cualquier cosa que les ocurra a los protagonistas. Y es que parece que toda la atención se ha llevado a la hipertrofia y a la exageración de esta secuela. Desde el protagonista con cuerpo de gimnasio de siglo XXI (el físico de Russel Crowe parecía más funcional y menos estético) hasta los rinocerontes, los emperadores o los tiburones.
Hay infinitos aciertos en la película original del 2000, entre ellos la interpretación de Russel Crowe. Lo que le confería ese impacto era que toda su interpretación se partía del dolor de su pérdida, desde su estoicismo, a su ira. Era emocionante ver cómo su aparente hermetismo se resquebrajaba ante las humillaciones de Cómodo o su amistad con su compañero gladiador. Además, su carisma y despliegue físico es tal que cuando el resto de los gladiadores acatan lo que él dice, es imposible no entender por qué.
Todo alrededor del protagonista de la nueva, Hinno (interpretado por un actor que despierta pasiones en redes (sobrevalorado hasta el infinito), se siente gratuito. Desde las escenas iniciales con su mujer, su sentido del humor o el dolor por su esposa que parece que va y viene. El dolor infligido que motiva su venganza está a años luz del de Máximo.
Creo que hay un espacio abismal entre lo que la película quiere que sintamos (continuamente nos lo indican hasta gritando) y el público. Denzel Washington siempre ayuda, pero su personaje resulta algo vacío. Los villanos, los dos emperadores, no transmiten una onza del pánico que provocaba la imprevisibilidad de Cómodo. No hay misterio.
Hablando con un amigo la situaba tan decepcionante como “Joker 2”. Para mí “Joker 2” es una mejor secuela, porque creo que hay aspectos que descifrar y porque lo pasamos mal viendo a Arthur sufrir y tomar decisiones que tienen consecuencias. Nada de esto ocurre en la nueva película de Ridley Scott.
A pesar de que este director tiene absolutas obras maestras (“Alien”, “Blade Runner”, “Gladiator”) y que hacer esta secuela conlleva un esfuerzo humano titánico, aún más para un hombre de 86 años. Es difícil no notar que sus películas en el siglo XXI (19 en total) resultan fallidas y la mayoría por el mismo motivo: escala y personajes exagerados y poca o nula conexión emocional con los personajes. Ojalá en vez de estas grandes epopeyas hiciese proyectos de menor coste como los 50 millones que costó “Todo el dinero del mundo (2017).