El fenómeno no se refiere a la existencia de varios idiomas oficiales, sino al uso práctico, necesario y cotidiano de más de un idioma.
Y al contrario de lo que la lógica llevaría a pensar, es precisamente en países de inglés nativo donde más se ha establecido y extendido el aprendizaje de otros idiomas y lenguas, en etapas muy iniciales de sus procesos educativos.
Hace veinticinco años, en mi colegio se realizaba un programa voluntario de intercambio con un centro público de Mont de Marsan (Francia). Allí el programa de intercambio era obligatorio, formaba parte del proceso de aprendizaje del idioma. El español era la segunda lengua extranjera de su sistema educativo; aquellos adolescentes se desenvolvían perfectamente en inglés. Para nosotros era la ocasión de aprender, de verdad, el único idioma extranjero del sistema de enseñanza.
Hoy es noticia que algunos pocos centros educativos estén implantado un segundo idioma. Más aún, hoy todavía es motivo de intenso debate el aprendizaje del inglés como indudable herramienta básica del sistema educativo.
Ocurre algo similar con las nuevas tecnologías. El sistema educativo sigue enfrascando al alumnado con el papel, como herramienta casi exclusiva. Las pantallas todavía permanecen apartadas para los espacios de ocio y tiempo libre del alumnado, aunque en su mundo (pasado mañana o por ahí) probablemente no existirá el papel.
Pero con el asunto de los idiomas, a la dificultad de adaptarse a los tiempos, se añade un tinte ideológico y político que lo enreda todo. Porque en este país no hay como atrincherarse en ideologías para que se líe parda.
¿Alguien es contrario a que el sistema educativo forme en perfecto inglés a todas las nuevas generaciones? Nadie, ¿verdad? Pues siguen pasando los cursos, siguen formándose alumnas y alumnos, siguen repitiéndose los lamentos (de todos los bandos) por la imperiosa necesidad de aprender idiomas, pero como el perro del hortelano. En eso da igual el bando, la trinchera o el origen cultural. Compartimos una característica: ni hacemos, ni dejamos hacer.
La realidad se impondrá. A pesar de que nuestro cainismo impida, por sistema, todo lo que proponga la otra parte, también nosotros terminaremos siendo políglotas. Nos costará más o menos sacrificios y esfuerzos particulares (viajes o cursos privados) pero llegará. Seremos políglotas. Lo que no está claro es si seguiremos siendo, o peor, hasta qué punto llegaremos a deteriorar nuestra comunidad.