• viernes, 19 de abril de 2024
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Opinión / In foro domestico

El interés superior de la audiencia

Por Ángel Luis Fortún Moral

Desde luego no es el primero y lamentablemente no será el último show. En medio de la plaza pública mediática se atribuyen la capacidad de alcanzar todos los detalles de un caso sobre la aplicación del Convenio de La Haya, nada menos. Detalles que, en la Sala de Vistas de cualquier Juzgado, se celebraría a puerta cerrada: sin audiencia pública.

Juana Rivas a su salida del juzgado. EP
Juana Rivas a su salida del juzgado. EP

Por audiencia, se vomitan opiniones a discreción sobre cuestiones concretas y muy técnicas que, profesionales con décadas de ejercicio y decenas de miles de casos, abordan con muchísima cautela y prevención. Pero opinar es sagrado. Hasta de física cuántica, si se tercia, ¿cómo va a impedirnos la Física o la Matemática, la realidad en definitiva, el absoluto privilegio de emitir una opinión para alimentar a la audiencia?

En esa dinámica opinadora, cómo no, se atribuyen bondades y maldades sin rubor. Maltratador/secuestradora. Criminología tertuliana que alimenta frentes en los que lo último que hace falta es verborrea de brocha gorda. Cuando la inmensa mayoría de voces expertas en conflictos de familia reclaman la necesidad de rebajar el tono, proponen avanzar hacia una desjudicialización de los procesos, reconducirlos por cauces de mediación, conciliación, coparentalidad, corresponsabilidad… Los medios ayudan (ayudamos) muy poco, enconando las posturas y generando una alarma social que, en algunos casos, termina influyendo por presión mediática.

Tenemos que darle alguna vuelta a estos circos, entender hasta qué punto se puede llegar a presionar el trabajo de profesionales que tienen en sus manos decisiones muy delicadas. ¿Alguien se imagina una operación quirúrgica en directo, interferida continuamente con opiniones y comentarios provocadores? Al paso que va el Estado de opinión, no tardará mucho en llegar.

Cualquier conflicto familiar requiere serenidad y precisión. Templar nervio y ansia, simplificar problemas y respetar la evolución personal. Justo lo contrario de la bronca, la provocación, la temeridad… Y lo que en todos los casos siempre, siempre y siempre ruegan las y los menores es discreción y respeto a la intimidad familiar. Lo que más detesta un menor es que se personas ajenas conozcan la intimidad familiar, por mucho que se trate de simples profesionales.

Porque lo realmente grave y lo que sin duda menos está importando a todos, aunque se nos llene la boca, es “el verdadero y superior interés de los menores”. Interés superior del menor que la jurisprudencia de este país ya define con nitidez: es interés superior de los menores la relación más amplia y normal con ambos progenitores, madre y padre. Y esta relación normal y lo más amplia posible es una obligación, no una simple aspiración. Es obligación de ambos favorecer la relación normalizada con el otro progenitor.

¿Cómo de normal será la relación con un padre al que todos los medios han estado tachando machaconamente de maltratador? ¿Cómo de normal será la relación con una madre que ya está siendo objeto de un creciente descrédito y a la que ya se está calificando de secuestradora? Y lo que tendrán que aguantar aún. Por la calle alguna vez recibirán algún comentario, pero en los medios ¿cómo se aísla a esos menores de la influencia de los medios?

Si de verdad nos importara el derecho a la intimidad de los menores evitaríamos convertir a una familia en objeto de permanente exposición mediática, un auténtico infierno en el que las miserias se mantiene permanentemente en todos los medios y a todas horas.

¿De verdad queremos normalizar los conflictos hasta el punto de convertirlos en objeto de máxima audiencia? Porque, al igual que se exigía del fútbol, llegará un día en que se reclamará que las intimidades sean un contenido de interés general, gratis y en abierto. Entonces dará igual pixelar imágenes. Salvo por el temor a la multa de la LOPD.

¿Exagerado? De qué les sirve a estos menores que se emborrone su cara si tienen que aguantar que absolutamente  todos los espacios mediáticos ventilen su intimidad familiar como si se tratara de la previsión del tiempo?

El imperio de la audiencia ya está destrozando vidas. Sin querer, por supuesto. Aunque sin querer, queriendo. Preterintecionalidad. Por mucho que los padres no hayan cuidado el interés de sus propios hijos ¿eso nos legitima para aumentar el padecimiento de estas criaturas?

Hoy diremos que nos solidarizamos y nos comprometemos a evitar el dolor gratuito de las niñas y niños. Como ponernos a dieta tras un exceso digestivo: hasta el siguiente.


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