• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / Periodista, de Ayoó. Independiente, pero no de mis ideas, mis amigos y mis estados de ánimo.

Baño de realismo

Por Antonio Casado

Habían pronosticado los expertos que el 30% de los votos era un umbral mágico del PP, a partir del cual se quedaría con el último escaño en numerosas circunscripciones.

Acertaron. Pero detrás de la matemática había un viento que en el tramo final de la campaña sopló con fuerza sobre todas las formas de incertidumbre y miedo al futuro. Para barrerlas, claro.

Ese viento alimentó los cálculos del equipo de Rajoy que, más allá de los números, propuso un baño de realismo y los votantes asintieron. Cargó sus mensajes con apelaciones a la moderación, la estabilidad, el sentido común, la experiencia y la certidumbre política y económica, frente al aventurerismo de propuestas difundidas por catálogo que pintaban un mundo feliz a costa de los ricos y el fin del fraude fiscal.

Entre la moderación del PP y el populismo de Unidos Podemos, los socialistas predicaron en el desierto su oferta de cambio en clave progresista mientras que Ciudadanos también se apuntaba al cambio en clave de regeneración democrática y buenas prácticas, aunque finalmente se quedó en tierra de nadie y salió del recuento electoral como una víctima clara de la polarización.

El recuento de la noche electoral convirtió todo eso en holgada victoria del PP por cuenta de Ciudadanos, UPyD y Vox, mientras que el socialista Pedro Sánchez evitaba el sorpasso de Iglesias. Miren ustedes por donde los malos resultados obtenidos por Unidos Podemos, que sufrió un inesperado revolcón en las urnas del domingo pasado, le sirvieron al líder del PSOE para maquillar un nuevo retroceso en votos y en escaños. Nadie hubiera dicho que Sánchez iba a salvar su cargo en el partido gracias a la involuntaria colaboración de Pablo Manuel Iglesias, con el que ha roto prácticamente todos los puentes.

En resumen, que el reto de la nueva llamada a las urnas se salda con una clara, nítida, indiscutible victoria del PP, pendiente de los pactos de gobierno. En principio, con la misma soledad política de la fallida Legislatura pasada, pero ahora con la fuerza moral de haber aumentado considerablemente la distancia con la segunda fuerza. Nada menos que 52 escaños de diferencia respecto al PSOE.

Sin embargo, el suceso político relevante del 26-J fue el batacazo electoral de Unidos Podemos. Una verdadera cura de humildad de la que deberían aprender sus dirigentes. Iglesias en especial. Por su mal disimulada insolencia y por haberse empeñado en refutar la doctrina Mafalda, según la cual "Conocerme es quererme". En este caso ha sido al revés.

El rechazo a Podemos y a su líder ha crecido en paralelo con su índice de conocimiento. Sobre todo en las filas socialistas, sus potenciales aliados por razones de afinidad. Pero también en la opinión publica, que ha llegado a percibir el partido de Iglesias, Errejón y Monedero como una opción tóxica para la estabilidad de una España asediada por consabidos factores de incertidumbre: frágil recuperación económica, malestar social, reto separatista en Cataluña, crisis de identidad en la UE, etc.


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