• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión /

¿Por qué no funciona la amabilización?

Por Fermín Alonso

El comercio languidece sin que quienes nos gobiernan ikurriña en mano, se den cuenta de que es él quien amabiliza la ciudad, no los bolardos y las señales de prohibido el paso.

El alcalde de Pamplona, Joseba Asirón, visita la zona en la que se van a desarrollar las actividades para dar a conocer a la ciudadanía el Plan de Amabilización del Centro de la ciudad. PABLO LASAOSA 01
El alcalde de Pamplona, Joseba Asirón, visita la zona en la que se van a desarrollar las actividades para dar a conocer a la ciudadanía el Plan de Amabilización del Centro de la ciudad. PABLO LASAOSA 01

El cuatripartito de Asirón impuso en septiembre una serie de cambios de tráfico que, como todo el mundo sabe, han impermeabilizado el centro de la Pamplona. El objetivo era loable: reducir el uso del vehículo privado y fomentar otras formas de transporte. Los medios utilizados y el resultado, un desastre.

Andan estas semanas los concejales de Asirón intentando parchear el desaguisado. Han presentado una app que falla más que una escopeta de feria; pintando y despintado líneas de aparcamiento en hasta 4 colores diferentes; inaugurado un aparcamiento de 180 plazas en Trinitarios para paliar el descenso de miles de personas que acceden a pasear y comprar en el Casco y el I Ensanche y gastando casi 55.000 euros en propaganda.

Cincuenta y cinco mil. Lo mismo que lo presupuestado para todas las acciones recogidas en el Plan Estratégico de Comercio para todo 2018, gastado en folletos y anuncios de prensa, radio e internet con los que convencernos de que todos estamos equivocados, que la amabilización es una maravilla y que nuestros ojos nos engañan cuando vemos el Casco medio vacío día sí y día también.

Mientras tanto, siguen sin abordarse los pecados de nacimiento de un plan que se implantó sin el estudio ni el consenso necesarios.

Es cierto que cada vez más ciudades intentan ganar espacios para el peatón a costa del coche, como lo hizo Pamplona en las dos últimas décadas. De hecho, la tesis doctoral del arquitecto Héctor Machín Gil, una de las pocas sobre esta materia, señala a Pamplona como el ejemplo perfecto de este tipo de prácticas entre las 22 ciudades españolas analizadas.

Este trabajo recoge que “en un periodo de 18 años se peatonaliza un total de 21,5 hectáreas, con casi un 90% reurbanizado, equivalente a 13 kilómetros de calles peatonales, con el caso histórico un 75% peatonal. Se construyen además 10 elementos de paso repartidos por la ciudad, en su mayoría en forma de ascensores urbanos”.

Además, destaca que “Pamplona tiene la mayor superficie y kilómetros peatonales, su área supera en un 40% a San Sebastián y en un 25% a Burgos. Su casco histórico peatonal, con un 80% reurbanizado, es casi 2,5 veces mayor que el de su ensanche, totalmente adaptado al peatón”.

Todo ello siguiendo lo que califica como fórmula “win-win”, incorporando aparcamiento subterráneo y plaza o eje peatonal en superficie.

Ahora, con cierto retraso respecto a nuestra ciudad, algunas capitales han implantado las llamadas supermanzanas para lograr este objetivo: células urbanas, con aparcamientos en sus extremos y fácil acceso en transporte público, formadas por varias manzanas que conforman un espacio cerrado de unos 400x400 metros, un tamaño que permite vivirlas a pié y alcanzar sin problemas, por ejemplo, cualquier comercio instalado en su interior.

La supermanzana de Pamplona mide 1200x900 metros. Es la madre de todas las supermanzanas. La supermanzana reina.

Estas dimensiones dificultan, lógicamente, que una persona se sienta atraída a cruzarla a andando para acceder al comercio deseado, por ejemplo. Han creado una isla. Eso, sin contar las propias dificultades orográficas que presenta nuestro Casco Antiguo para su acceso desde los barrios del norte.

Es una cuestión puramente técnica, que sin embargo el cuatripartito no tuvo en cuenta. Simplemente cerraron el tráfico y no plantearon ninguna medida paliativa. Ni mejoraron el transporte público, ni construyeron aparcamientos en sus extremos y ni siquiera facilitaron su acceso en bici. Pusieron cuatro señales (ni quitaron las anteriores), plantaron 4 cámaras y ‘et voilà’.

Además, declararon proscrito al coche, sin mejorar el espacio urbano para el peatón, como sí ocurrió en las peatonalizaciones que ahora defienden y a las que en su tiempo se opusieron radicalmente. Ahora, incluso, hasta a José Abaurea (Bildu) le gusta el parking de la Plaza del Castillo. Ver para creer.

Sin embargo, una vez constatado el desastre, probado que a día de hoy visitan el centro menos personas que hace un año y que muchas menos consumen en su comercio, en lugar de demostrar cierta valentía política y reconocer el error, abriendo algunas de las calles cortadas como Padre Moret, se dedican a parchear la situación.

Y mientras, el comercio languidece sin que quienes nos gobiernan ikurriña en mano, se den cuenta de que es él quien amabiliza la ciudad, no los bolardos y las señales de prohibido el paso.


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¿Por qué no funciona la amabilización?