Buceando en la prensa dominical, me "alegra" -con comillas, por favor- ver que, al fin, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez coinciden en algo: en sostenella y no enmendalla.
- jueves, 12 de diciembre de 2024
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Buceando en la prensa dominical, me "alegra" -con comillas, por favor- ver que, al fin, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez coinciden en algo: en sostenella y no enmendalla.
Perviven en sus posiciones, inflexibles, tozudos, seguros de que tienen razón frente a quienes, desde tantos ángulos, tantos sectores, les gritan que están en el error. Y así vamos a seguir, es de temer, esta semana presuntamente crucial, posterior al fracaso del líder socialista en la investidura y del líder 'popular' y presidente en funciones en su política de buscar alianzas para proseguir pedaleando. Ambos han fracasado ya, y hablan como si se encontrasen en el podio del triunfador. ¿Qué hacer?
Algunos aconsejan al Rey calma a la hora de abrir nuevas expectativas de investidura: tal y como están las cosas, ni el PP ni el PSOE, con sus líderes actuales, van a lograrla. Porque el PSOE sigue negándose a cualquier suerte de pacto con el PP (ojo, que no digo solamente con Rajoy), mientras refuerza sus lazos con Ciudadanos, lo que equivale a cerrar las puertas, además con un sonoro portazo, a Podemos, que sigue con su campaña de locos ataques a quienes, sin embargo, dice que quiere -pero no quiere_ convertir en sus socios. Y, en el bando 'popular', Rajoy insiste, aunque las encuestas digan que un ochenta por ciento de los sondeados creen que ya está amortizado, en "dar la batalla", pidiendo un pacto con un PSOE al que igualmente ataca de modo tremendo. Y eso es lo malo: que todos conciben esto como una batalla, no como un abrazo de acuerdo, en la que los generales son ellos, y los ciudadanos de a pie somos los soldados que sufren los rigores de la contienda, quizá la muerte.
Jamás el panorama político español fue tan deprimente. Alguien tendrá, no sé desde qué institución o podio -desde luego, el Rey no puede hacerlo, aunque seguro que le gustaría_ decir las cosas claras y en voz muy alta y tajante: si no es con un pacto entre el PP -sin Rajoy-, el PSOE -como siga empecinándose en su línea, quizá sin Sánchez_ y Ciudadanos, que es el único que tiende manos a derecha e izquierda, con Podemos como límite por este último lado, no salimos de esta con bien. Porque la repetición de elecciones, a la que cada día parecen todos estar más resignados, no es una solución, sino un nuevo problema añadido. Y ese 'alguien', con la suficiente autoridad moral, habrá de añadir que hablar de 'gran coalición' no es cosa de derechas, ni un presunto pacto con la chifladura podemita es algo de izquierdas. No; es que resulta que la gran coalición 'a tres' es la única salida, el único cambio realmente viable, y sería, además, un cambio bastante sustancial, en el que todos tendrían que renunciar a sus programas de máximos y todos ganarían en el avance colectivo. Como ocurrió en aquella primera transición suarista que tanto alaban todos, incluyendo (ahora) los de la formación morada.
Empieza a resultar urgente una reordenación de las mentes políticas de este país nuestro, tan ancladas en el pasado, tan empeñadas en mirar a los sillones en La Moncloa cuando deberían estar orientadas a pensar en lo que ocurre en Anoeta o en la plaza de Sant Jaume. O en Bruselas, París y Berlín, donde se mira con creciente recelo este peculiar proceso en la piel de toro que certifica, por si hiciera falta, que 'Spain is different'... para peor. Y que las dos Españas perviven, encantadas de odiarse. ¡Pero si hasta los izquierdistas que gobiernan en Portugal, me dicen, están escandalizados de que algunos políticos españoles se consideren equivalentes a ellos!
Bueno, el caso es que este lunes empieza el resto de nuestras vidas, y ya no podemos -eso: no podemos- seguir malgastándolo en piruetas, ambiciones sin causa y sin caudal, rencores venecianos, operetas y chuflas con besos castos en el hemiciclo. Ha empezado la cuenta atrás, y nos quedan dos meses menos cinco días para encontrar una solución, si no queremos gastarnos unos cientos de millones de euros y unos miles de millones de toneladas de paciencia y cabreo en unas nuevas elecciones. Y la solución, simplemente, lo recuerdo cuando este lunes volveremos a escuchar a nuestros -¿nuestros?_ líderes decir más de lo mismo, no consiste ya en darnos dos tazas del caldo que no nos gusta, ni en hacer lo previsible, porque eso es algo que nos va a llevar, a este paso cojitranco, a un descalabro desgraciadamente ya no tan imprevisto.