- jueves, 12 de diciembre de 2024
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A la muerte de Luis XII le sucedió Francisco I, gran amigo de Enrique II del Bearn que, desde la muerte de sus padres. Juan y Catalina reivindicaba el trono de Navarra. En 1521 Castilla se hallaba convulsionada por la rebelión de los “comuneros” contra el emperador Carlos, lo que le obligaba a concentrar todos sus efectivos para sofocarla. Navarra se hallaba por esta causa prácticamente desguarnecida. Muchos hombres de armas navarros se hallaban en Castilla para defender al Emperador. El monarca francés, que guerreaba con España en suelo italiano, consideró que era el momento de atacar a Castilla. El pretexto sería apoyar las pretensiones de Enrique II al trono navarro.
Francisco I decidió enviar a España un poderoso ejército compuesto por cerca de 20.000 hombres, compuesto en su gran mayoría de tropas francesas. La flor y nata de la nobleza gala acudió a la llamada de su rey, quedando bajo el mando del general Andrés de Foix, señor de Asparrós o de Asparren, que llevaba como lugartenientes al señor de Colome, gobernador de Bayona y señor de Esgoarrabague, al señor de Tournan y a Carlos de Grammoont, obispo de Cousserans, a los que acompañaban numerosos nobles franceses. Además contaba Asparrós un nutrido grupo de caballeros navarros agramonteses, entre ellos dos hermanos de San Francisco de Javier.
El 10 de mayo, los franceses entraron en Navarra, se apoderaron de San Juan de Pie de Puerto y poco después se presentaban a las puertas de Pamplona. El virrey Duque de Nájera, a la vista de la enorme superioridad de las tropas de Asparrós, se retiró de la ciudad, dejando una pequeña guarnición, que se encerró en el castillo de Pamplona. Uno de sus capitanes era el guipuzcoano Íñigo de Loyola, fundador más tarde de la Compañía de Jesús, que resultó herido durante el asedio. Tras la caída del castillo de Pamplona, la conquista del resto de Navarra fue un paseo militar.
Algunos navarros por convicción y otros muchos por temor rindieron homenaje a Enrique II, que sorprendentemente no se presentó a tomar posesión del reino, lo que sin duda fue un error imperdonable. Este hecho induce a los historiadores a pensar que Francisco I no pretendía entronizar en Pamplona a Enrique II –que debía rendirle vasallaje por sus dominios franceses– sino incorporar a Navarra a la órbita francesa. Lo cierto es que entre las banderas que ondeaban las tropas francesas ni siquiera estaba el pendón de Navarra.
Otro indicio de las verdaderas intenciones de Francisco I es que Asparrós no se conformó con la ocupación del reino sino que decidió invadir Castilla, poniendo sitio a Logroño a mediados de mayo de 1521. Su intención era contribuir al triunfo de los “comuneros” para debilitar al emperador Carlos. Este fue otro gran error. La noticia de la invasión francesa movilizó a los castellanos y también a los aragoneses, que comenzaron a reclutar tropas para acudir en socorro de la ciudad riojana. Los logroñeses ofrecieron una tenaz resistencia. Cuando Asparrós conoció que las milicias castellanas se acercaban por el sur y las vascongadas se acercaban a Navarra por el norte ordenó la retirada. Desde entonces la ciudad de Logroño celebra cada 11 de junio la festividad de San Bernabé, en conmemoración del levantamiento del sitio y la heroicidad de los riojanos.
Asparrós retrocedió hacia Pamplona, pasando por Estella y Puente la Reina, perseguido por el condestable Francés de Beaumont, que había conseguido reunir cerca de 20.000 soldados entre castellanos y navarros. El 30 de junio de 1521 los dos ejércitos se enfrentaron en las proximidades de Noáin. En principio los franceses consiguieron cierta ventaja por la superioridad de su artillería. Pero las milicias guipuzcoanas rodearon El Perdón y cogieron a Asparrós entre dos fuegos. Una carga de la caballería leales al emperador desbarató las filas francesas que se dieron a la fuga. La victoria de las tropas del Emperador Carlos fue total. El propio Asparrós hubo de rendirse a Francés de Beaumont y en el campo de batalla quedaron cinco mil cadáveres del ejército francés, entre ellos muchos miembros de la nobleza gala. También perecieron algunos caballeros navarros, de la facción agramontesa, como Ladrón de Mauleón, Carlos de Navascués, Juan de Sarasa y el capitán San Martín. Los supervivientes que lograron escapar, entre ellos el mariscal Pedro de Navarra, huyeron a Bayona. Pamplona abrió sus puertas con gran alborozo. El reino celebró su retorno a la Monarquía española.
En septiembre de 1521, los franceses –que habían ocupado la ciudad de Fuenterrabía– se apoderaron de la fortaleza de Maya, de cuya custodia se encargaron doscientos caballeros agramonteses, bajo el mando de Jaime Vélaz de Medrado. Pero abandonados a su suerte y convertidos en salteadores de los pueblos circundantes, éstos pidieron al virrey que enviara tropas para reducir a la fortaleza y acabar con sus desmanes. Los sitiados se rindieron el 19 de julio de 1522 a las tropas enviadas por el virrey, compuestas en su gran mayoría por soldados beamonteses bajo el mando de Luis de Beaumont y Manrique, hijo del conde de Lerín, y por dinamiteros guipuzcoanos.