• miércoles, 04 de diciembre de 2024
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Opinión /

La democracia entre 172 escaños y "la corona de espinas"

Por Jaime Ignacio del Burgo

"Un grupo de juristas entregados a la causa socialista estudian día y noche en la Moncloa, bajo la dirección del ministro de la Presidencia en funciones, Félix Bolaños, cómo ayudar a Conde-Pumpido a desempeñar el papelón que tiene encomendado para dar barniz constitucional a asuntos como la amnistía o la plurinacionalidad del Estado".

El Congreso de los Diputados. EFE
El Congreso de los Diputados. EFE

Pedro Sánchez nunca ha contado con el fervor de la mayoría de los españoles. Sus resultados en las elecciones generales han estado siempre muy lejos de la mayoría absoluta. Una manipulación jurídica torticera le sirvió a Sánchez en bandeja de plata la cabeza de Mariano Rajoy. 84 diputados socialistas avalaron una moción de censura que salió adelante el 1 de junio de 2018 con el apoyo de otros 96 diputados pertenecientes a partidos de extrema izquierda integrada por comunistas (Podemos) e independentistas vascos y catalanes, revolucionarios y burgueses.

Sánchez formó un Gobierno monocolor. El 10 de noviembre de 2019, se celebraron nuevas elecciones en las que obtuvo 120 escaños. Le faltaban 56 para la mayoría absoluta. A partir de ahí, Sánchez se quitó la careta. Después de acusar de mentiroso a Pablo Iglesias y de anunciar que no podría dormir por las noches si tuviera que compartir el Gobierno con Podemos, veinticuatro horas después de conocer el resultado electoral se entregó en sus manos. Pero no le bastaba. Necesitaba más apoyos. Pactó con ERC (izquierda revolucionaria) crear una mesa bilateral para la solución del conflicto catalán, donde se negocia en la oscuridad. Y blanqueó el tenebroso y criminal pasado de ETA tras conferir patente de demócrata a Otegui y convertir en socio preferente a Bildu.

En Navarra, en un permanente estado de sumisión a los dictados de Sánchez, las promesas electorales de María Chivite respecto a Bildu (“Nunca pactaré…”), se las llevó el viento. Un triste desenlace que se ha vuelto a representar con la formación de un gobierno dispuesto a hablar “de todo” con Bildu y ya sabemos cuáles son sus obsesiones.

Se ha dicho que Sánchez, con tal de mantenerse en el poder, es capaz de vender su alma al diablo. De ahí que no vacile en aceptar las condiciones que sus socios le imponen, aunque sean contrarias al pensamiento democrático y constitucionalista del PSOE histórico. En mi opinión, hay más motivos. Sánchez no sólo ha traspasado sus propias líneas rojas por imposición de sus socios, sino porque sus transgresiones reflejan que comparte una misma ideología y se considera el nuevo mesías de la socialdemocracia mundial que vuelve a sus orígenes marxistas. Esta es la razón de ser de sus giros copernicanos que convierten en simples cambios de opinión a la vista de la realidad y en aras del interés general, lo que no son otra cosa que flagrantes violaciones de sus compromisos electorales.

Sánchez desprecia la democracia liberal porque no es más que un parapeto del patriarcado que sustenta al neocapitalismo opresor. Y por eso se abrazó a Pablo Iglesias y ahora se ha convertido en pareja de hecho, políticamente hablando, de Yolanda Díaz, una comunista llena de “glamour” que se exhibe en las Cortes al frente del grupo “plurinacional Sumar”, haciendo un corte de mangas a la Constitución. Pocas veces en el discurso de Sánchez aparece la palabra libertad. El escenario mesiánico solo incluye la igualdad entendida como exaltación de lo público, que conduce inexorablemente a la miseria y a la autocracia. De ahí que jamás haya condenado dictaduras terribles como la cubana, la venezolana o la nicaragüense. La lista es interminable.

En estas circunstancias, el 23-J la mayoría social española marcó un cambio de rumbo cuando Sánchez volvió a perder las elecciones al obtener tan solo un escaño más de los 120 que tenía en el punto de salida. Pero su poderoso aparato de propaganda lo convirtió en aplastante ganador dando por supuesto que tenía el apoyo incondicional de su variopinto y desmigado número de partidos comunistas, independentistas catalanes, tanto revolucionarios como burgueses, amén de Bildu, que lleva en sus filas gentes con las manos machadas de sangre. De modo que el Gobierno de España. si los 172 escaños dispuestos a votar a Feijóo no son suficientes para llevarlo a la Moncloa, Sánchez será una marioneta de quienes quieren destruir la unidad de la Nación y conducir a España a un nuevo proceso constituyente de forma sibilina para eludir el cumplimiento de las normas establecidas para su reforma total o parcial.

En mano de la “Corona de Espinas”

Un grupo de juristas entregados a la causa socialista estudian día y noche en la Moncloa, bajo la dirección del ministro de la Presidencia en funciones, Félix Bolaños, cómo ayudar a Conde-Pumpido a desempeñar el papelón que tiene encomendado para dar barniz constitucional a asuntos como la amnistía o la plurinacionalidad del Estado. Si al final se presta a ser el protagonista principal de esta tragicomedia grotesca, pasará a la historia como un jurista que demostró que la teoría de la aplicación alternativa del Derecho conduce a la violación de los derechos fundamentales y de los fundamentos del orden constitucional. Todo ello para mantener en el poder a quien maniobró sin pudor alguno hasta elevarlo sobre el pavés en la “Corona de Espinas”, que así se llama arquitectónicamente al edificio de la calle Doménico Scarlatti donde tiene su sede el Alto Tribunal.

Lo ocurrido el día de la constitución del Congreso es una muestra significativa de hasta dónde está dispuesto a llegar Sánchez. España no es un Estado plurinacional. Hay una sola nación, cuya unidad se es el fundamento de la Constitución. A las que se autoproclaman nacionalidades sólo se garantiza el derecho a la autonomía.

El castellano es la lengua oficial del Estado en todo el territorio nacional. Las lenguas de las Comunidades lo son en sus respectivos territorios. Pero para anular el artículo 3º de la Carta Magna vale más un gesto que mil palabras. El día en que el presidente en funciones Sánchez se ponga los cascos para escuchar las palabras de Rufián es ridículo y nos hará mucha gracia, pero se demostrará que España es una amalgama de Estados oprimidos que, por fin, han conseguido ejercer sus derechos lingüísticos en el Congreso de los Diputados.

Y para plegarse al chantaje del prófugo de Waterloo que exige “hechos comprobables” de la aceptación del mismo por el candidato, se manipula la propia acción del Gobierno. A las 6 de la mañana del día 17 de agosto el ministro de Asuntos Exteriores de un Gobierno en funciones, que conforme a la ley no puede llevar a cabo más que la gestión de despacho ordinario, salvo asuntos de urgencia ineludible, se permite enviar una carta –sin firma-  ante la presidencia del Consejo Europeo (que este segundo semestre, por el momento, preside Sánchez) instando la inclusión del catalán, euskera y gallego como lenguas oficiales de la Unión Europea.

Se dice en la carta que la decisión había sido adoptada por el Gobierno, que no se reunió. Un ministro en funciones, sin que las Cortes se hubieran pronunciado, pretende que se modifique el Reglamento de uso de las lenguas oficiales en la UE a sabiendas de que sólo se reconoce como tales a las oficiales de los Estados que lo sean en todo su territorio. Cualquier modificación de este estatus afecta al Tratado de funcionamiento de la Unión y, por tanto, ha de adoptarse por unanimidad.

Por de pronto, ya sabemos que Eslovaquia ha comunicado oficialmente su oposición. Argumenta que sólo lo aceptarán si el catalán se convierte en lengua oficial de todo el Estado español. Esto explica que la cesión de Albares-Sánchez vaya acompañada del compromiso con el Presidente de la República Catalana en el exilio, como así se autoproclama, de que declarar al catalán como lengua oficial de todas las instituciones del Estado, incluida la Justicia, aunque en ella con ciertos límites. Y eso no puede hacerse sin modificar el artículo 3 de la Constitución. Esta utilización de una institución del Estado para sellar un pacto entre dos partidos políticos para conseguir la elección de Francina Armengol como presidenta del Congreso raya lo delictivo. Pero el Fiscal General no se ha inmutado.

Es evidente que el acceso de Núñez Feijóo al Gobierno es la única forma de suspender las obras de demolición del edificio constitucional y reparar los destrozos ya producidos. El problema está en que de un prófugo de la Justicia y el partido del lendakari que juró su cargo “humilde ante Dios y la sociedad”, nada puede esperar. El mero hecho de sentarse con un prófugo de la Justicia, cuyo partido carece de tradición democrática y se rebeló contra el orden constitucional y está dispuesto a seguir haciéndolo, además de perder el tiempo alimenta a quienes están dispuestos a plegarse ante sus exigencias.

En cuanto al PNV sólo cabe advertirle que Sánchez le ha puesto una soga al cuello, designando verdugo a Otegui, de modo que el próximo lendakari puede jurar en Guernica como presidente de una nueva nación llamada Euskal Herria, ante una sociedad vasca aburguesada que no es consciente de que Bildu es la concreción política de ETA como organización independentista, socialista y revolucionaria.

De cuatro escaños en el Congreso y de la “Corona de Espinas” --donde delibera el Tribunal Constitucional-, depende la democracia en España.

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