Cuando la ideología se disfraza de ciclismo y se paga con el dinero de todos.

Este martes, en Pamplona, el alikate Asirón cortó el cordón detonante y dio el pistoletazo de salida a una explosión de ikurriñas lapa en la plaza del ayuntamiento.
Por lo visto, también se celebraba la Ichulia, una carrera de bicis, pero a juzgar por las fotos, los ciclistas eran anecdóticos: lo importante era el decorado ideológico.
Qué modernidad, lo de mezclar deporte y propaganda política. Sembrar de banderas ideológicas un recinto deportivo no se veía desde las Olimpiadas en el Berlín del 36. Solo faltaba una película titulada El txapeldun de la boluntak para cerrar el círculo del cringe.
Todo esto no era más que la coartada perfecta para que los aberchándales reivindicaran, una vez más, su gran ida de olla política: esa por la que llevan medio siglo asesinando, entre otros, a un concejal del mismo ayuntamiento. Su objetivo: que Pamplona deje de ser capital autonómica y se diluya como una provincia más en un momio con chapela. Guipúzcoa y Vizcaya a codazos por el primer puesto, luego Álava, y al final, Nafacroa. Irroña convertida en juguete de los patateros vitorianos. Qué ilusión.
Ahora que se ha muerto Carlos Jesús, recoge el testigo Asirón. Verlo rebozado entre ikurriñas, a su edad, como un iluminado que acaba de ver al dios vasco de Raticulín, produce entre pena, asco y mucha risa. Hace falta ser muy majadero para, teniendo una comunidad autónoma plena y con capacidad de decisión absoluta, diluirse en el esperpento del aberchándalato de Euskadistán.
Y ojo: si lo hiciera con su dinero, allá él y sus neuras. Otros pagan por que les metan patadas en los cojones; será por parafilias. Pero —¿de verdad hacía falta llenar las calles con propaganda identitaria vasca disfrazada de ciclismo?— que encima tengamos que pagarlo todos, con dinero público, da bastantes ganas de echar la pota.
“El nacionalismo es una enfermedad infantil. Es el sarampión de la humanidad”, decía Einstein. Asirón, en vez de educación y vacunas contra el sarampión, elige ikurriñas. Que en Navarra tienen el mismo estatus político que la bandera de Soria o Huesca, dos provincias también limítrofes con las que la mayoría de navarros comparten idioma. Por si viene alguno con el tema del euskera baturra como excusa para levantar nuevas fronteras.
Lo que hay que hacer con los aberchandales es empezar a exigirles cosas reales. Llevan diez años en el poder viviendo del cuento y regalando Navarra a los vascos.
Cuando el alikate Asirón deje de hacer el primo y exija a sus hermanos en la fe que nos devuelvan de una puñetera vez Fuenterrabía, nuestro histórico puerto marítimo, podrá intentar convencernos de su fantasmal y tétrico proyecto.
Por ahora, esta mierda de ikurriñas y Euskalpollas a los navarros siempre nos acaba costando dinero. Público… para uso privado aberchándal.
Nunca hemos sacado de este negocio que tienen montado los eskuñones con el Gorra Euskadistán Askaturrá ni media perra. Jamás. En Navarra, en esto de la independenchia, siempre nos toca el mismo papel de pagakases: el de poner la cama a la compañera Jésica y a los que dicen Bárdenas, como si fuera esdrújula.
Hay que joderse. Con lo mucho que nos quieren los vascos, nos quieren tanto que algo tan factible como devolvernos esos ocho ridículos kilómetros hasta el mar, no lo verán jamás tus ojos. Y sin esos ocho kilómetros que podrían devolvernos mañana mismo, la territorialidad de Navarra nunca estará completa.
¡Alikate Asirón, traidor y karkamal, Navarra exige mar!
Y eso es todo.