Como ando lejos, los cabrones de mis amigos me mandan desde el pueblo merca de la buena para que me entretenga y no les olvide. ¿Has visto a Asirón y Abaurrea tirando de pala? Mira la foto. Y, claro, la imagen es irresistible como para dejarla pasar. Por las risas más que nada y para tener contenta a la cuadrilla. La cuadrilla que se descojona unida permanece unida.
Ver al alikate Asirón y a su mascota, el condenado por hostiar mujeres -Jotaké, hostiatu que te llevas, mujer- acarreando tierra con una pala es de las cosas más siniestras que se pueden ver hoy por Irroña. Qué grimilla dan. Están plantando árboles, dice uno, y a lo que evoca la escena es a una sepultura del Oeste con un palo encima para que se sepa dónde está el muerto.
Ahí los tienes, a su edad y con más tiros pegados que los Barzini a Sonny Corleone en el peaje de Vergara, recreando grandes escenas del cine de Coppola y Scorsese. Con qué cosas se entretienen los Bubu eta Yogui/Yogi batasunos.
Mete un poco más el riñón, alikate, que queda muy forzada la pose tan rígida para la foto, que parece que no ha currado en su vida. Muy bien. Aguantamos ahí para los compañeros fotoperiodistas. Una más. Venga. Vamos acabando. Estupendoak. Muchas gracias. Hala, a jugar con la pala. Aguricos a todos.
La cabra tira al monte y el enterrador a la fosa. Menuda estampa. En su cabeza, y supongo que en la de su equipo de comunicación, sonaba espectacular. Yo, si fuera jabalí, los despedía a todos. Ponte ahí y haces como que entierras algo, yo qué sé, como en una de esas escenas de ultra violencia con Joe Pesci en mitad del desierto de Nevada. Sí, esa en la que lo sepultan vivo después de meterle en el maizal con la jeta ensangrentada, que traumó a una generación entera de cinéfilos: así de desagradable y sanguinolento es un asesinato, hijos míos, alguien os lo tenía que enseñar.
¿A todo esto, qué coño están haciendo en Beloso, sepultar por completo a la familia de Jimmy Hoffa bajo toneladas de hormigón o qué?, porque para cambiar cuatro baldosas y embrear un par de metros para que no circulen las bicis, que subirán cuatro, y más en verano con la solanera, ya vamos para un año con la cuesta cerrada.
Para talar los más de cien árboles que tan buena sombra daban a los paseantes estivales, una noche de motosierras le bastó al alikate Asirón.
¿La piensa abrir algún día o ya va a ser un monumento inacabado con doble mensaje: oda a la inoperancia y a la cacicada, con k tz: katzikada, del alikate batasuno?
La tumba del árbol desconocido. Le ponen una llamita, unas hojitas de laurel y no puede quedar más elegante la cosa.
Incluso pueden pedirle el hierro a algún compañero de partido y montarse guardias de honor, como hacen en las grandes ciudades europeas los milicos, fusil al hombro, en monumentos similares. Aquí yace la sombra de todos los pamploneses. Dentro de medio siglo, los que vengan, si no ha caído ya el meteorito, y esto enraíza, que está por ver, podrán disfrutar de nuevo de la sombra que disfrutaron nuestros bisabuelos hasta que Asirón la segó de raíz. Y eso es todo.