- lunes, 02 de diciembre de 2024
- Actualizado 11:08
Sánchez, como buen tirano barra narciso, ha llevado muy mal siempre que no le obedezcan y que no le quieran. Él está en política para mandar y para que le admiren.
Para viajar en avión privado y disfrutar de los palacios de Doñana y Lanzarote, sus preferidos, también.
Va mucho con la época, dicho sea de paso, lo de colgar selfis de tu careto poniendo morritos prieticos -como de esfínter anal antes de un despegue complicado en mitad de una tarde lluviosa- y miradas azul acero hacia la nada -como de estar resolviendo una operación matemática complejísima- para que te den likes y te digan lo irresistible que eres. Y cabrearte como un mono si no te dan los suficientes, a pesar de lo feo que sabes que eres, copón.
Sánchez esto lo lleva hasta sus últimas consecuencias, que tiene incluso contratada a una Charo, por nada menos que 50.000 euros al año en concepto de asesora parlamentaria, para que le gestione una cuenta en Twitter donde solo aparecen mensajes y fotos de lo guapo que es mi Pedro.
Todo iba más o menos bien para Sánchez hasta que alguien ha dejado de obedecerle, es decir, hasta que alguno ha empezado a mirar lo que todo el mundo sabía que pasaba pero que era mejor dejarlo correr. ¿Por que la señora, que no se dedica a nada concreto -montar cursos, dice. Cursos...- se reúne con los jefazos mundiales y recibe pasta en concepto de patrocinios para sus cursos -cursos, de qué...- de empresas a las que luego su marido concede subvenciones o directamente rescata?
No hay nada que un narciso lleve peor que los malos comentarios en Instagram, que es lo que le ha hecho ese juez, que es lo que algunos periodistas hacen también, fiscalizarlo como el presidente del gobierno que es, y entonces, como un niño malcriado, va Sánchez y se ha cogido una perra de las de tirarse en el suelo de la cola del súper, cuando los padres están dejando las cosas en la cinta de la caja y no hay salida posible. Ha cancelado su agenda y ha dicho que desaparece cinco días, para reflexionar porque no sabe si es mejor dejarlo. Con dos cojones y una begonia en flor, que para eso es primavera.
Obviamente no se va a ir, Sánchez es un yonki del poder y solo quiere más dosis de su droga: que todo vuelva donde estaba pero mejor incluso para sus intereses dictatoriales. De primeras ya han salido como locos todos los pelotas imaginables y los inimaginables a decirle lo precioso que es mi Pedro.
A partir del lunes tendremos la segunda parte, la de la obediencia. Con la excusa de que está salvando la democracia, asaltará definitivamente la justicia para que nunca más nadie ose discutir su poder y no haya juez que pregunte por los supuestos chanchullos de su señora... ni por nada.
Habrá que estar atentos con lo que pueda pasar en Navarra con esta nueva jugada totalitaria que prepara Sánchez, porque si algo es Navarra con este tío es el laboratorio de sus caprichos, su banco de pruebas de las infamias más vomitivas. Aquí siempre hemos ensayado en pequeñito con la obediente Txibite, somos la maqueta del sanchismo, lo que luego el tipo ha aplicado en grande en España. Y eso es todo.