- martes, 03 de diciembre de 2024
- Actualizado 13:43
Hay episodios que te rejuvenecen, como cuando los chavales te miran con cara de admiración al contar cosas que un día fueron cotidianas y hoy son poco más o menos que el colmo de la modernidad. Sí, claro, vi Pulp Fiction en el cine cuando la estrenaron, y dos veces. Omitiré en qué experimentales condiciones la segunda. Esto ya no son los 90, hay cosas que es mejor no airear.
También vi la Joya del Nilo, yo creo que no tendría ni 10 años. Qué cosas veíamos antes en el cine desde nuestra más tierna infancia. Una divertida comedia de aventuras con un sorprendente -por bueno- reparto: Michael Douglas, Kathleen Turner, Danny DeVito... pero esa es mejor ocultarla que no es que te haga viejuno, te hace además un viejuno hortera.
Antes íbamos al cine y veíamos películas, las que hubiera en cartelera, cada fin de semana. No había nada heroico en ello. Ni extraordinario. Hoy es transgresor cualquier gilipollez.
Estos tiempos actuales también a muchos nos rejuvenecen. Ahora que le vuelve a salir al PSOE la corrupción a borbotones por las orejas pienso en que tampoco no hay nada extraordinario en ello. En los últimos 40 años los socialistas han robado en todas las circunstancias. Ver al PSOE mangar es lo normal, no se de qué se sorprenden hoy algunos jóvenes que se llevan las manos a la cabeza. ¡Cómo pudieron desfalcar tanto en mitad de una emergencia sanitaria y social! Pues robando, mi chico, y con más comodidad que otras veces: estábamos todos enjaulados y había panoja a raudales.
Mientras la gente moría a un ritmo de mil personas al día en una pandemia sin precedentes, ellos montaron un entramado para mangar pasta de todos los contratos de compra del supuesto material médico que gestionaban.
Ahora entiendo muchas cosas, como aquella que, desesperado, nos contaba en aquel marzo y abril de locos de 2020 un amigo que es jefazo en una multinacional. Hemos enviado varios aviones con cargamento sanitario de todo tipo y allí los tenéis, muertos de asco en la aduana de un aeropuerto español, esperando desde hace días a que le pongan un puto sello al papel mientras todo lo que podría ayudar a salvar vidas, languidece sin que nadie de la administración le haga puñetero caso.
Cientos de millones de euros, miles de millones, gastados en contratos para comprar mascarillas que fueron convenientemente mordidos, pensando como piensa esta gente, que nadie se iba a dar cuenta del pufo porque entre que estábamos todos encerrados y que la situación era inédita, nadie iba a enredar en el asunto.
Cuatro años hemos tardado en empezar a enterarnos, oficialmente, de lo que un puñado de autistas tuiteros descubrió al instante escarbando en el BOE y cruzando los datos y las direcciones con capturas del Google street view: están contratando con empresas que hace dos días no existían, domiciliadas en sitios tan inverosímiles como en garajes de zonas residenciales. Hasta nuestro confinamiento llega el olor putrefacto de la corrupción socialista y nadie más parece querer olerlo, clamaban.
Ah, el PSOE, siempre nos hace volver a nuestra adolescencia. Son la fuente de la eterna juventud. Cuando todo creas que ha cambiado acércate a ese partido y verás que es como siempre, un pozo de corrupción infecto, y te sentirás como si el tiempo se hubiera detenido, como si nunca fuera a avanzar jamás, como si este cartón brillante y absurdo que tengo estuviera aún poblado de unas juveniles greñas grungetas de puta madre. Y eso es todo.