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Opinión / A mí no me líe

Al euskera lo mataron los aberchándales

Por Javier Ancín

El euskera perdió su oportunidad de ser un idioma de comunicación hace mucho tiempo, cuando desde el aberchandalato se decidió que ser euskaldún y aberchándal era todo uno, no se podía disociar, no se podía disentir en euskera del proyecto nacionalista porque eso te convertía en doble traidor.

Representantes de Bildu y Geroa Bai con la ikurriña durante la Korrika 2022 en favor del euskera. IÑIGO ALZUGARAY / ARCHIVO

Como no teníamos una educación suficientemente disfuncional, va el PSOE con el aberchandalato y la quiere retorcer un poco más, a ver si hace saltar definitivamente por los aires a los alumnos que tiene cautivos. Están empeñados, un pasó más han dado en esa dirección, en imponer el euskera baturra a todos los estudiantes lo quieran o no, que la inmensa mayoría de padres, como se ve a diario si pones la oreja en la calle, como muestran sus propias encuestas de uso, no lo quieren.

Un idioma que no comunica a la mayoría de la población, que no es hablado ni por la mayoría del espectro ideológico aberchándal que lo tiene por propio, no puede ser un idioma, tiene que ser, a la fuerza, otra cosa. ¿Cómo va a ser un idioma propio un idioma residual en el que solo se emiten mensajes en una única dirección política por una parte ridícula de la población?

Es como decir que el deporte identitario y propio de Navarra, el que nos define como navarros, son los bolos porque se jugaban mucho en la Olite medieval de Carlos III. Pues no, por mucho que surja una federación de bolos navarros, regada con miles de millones de euros de dinero público, que quiera imponernos a la fuerza a todos un juego al que no queremos jugar.

El deporte propio de Navarra es sobre todo el fútbol y después el baloncesto y el balonmano y lo que quieras porque así lo decide libremente el personal, que a nadie le obligan, ni le pagan por ello, ojo, que este es el meollo del negocio, cobrar por realizar una actividad o por enseñarla desde la imposición, a bajar cada quince días al Sadar a ver a Osasuna. Ojalá por irme a Sevilla a ver la final de copa, con la pasta que libremente me voy a gastar en ello, me saliera gratis. Que a este juego del que me lo pague el estado sabemos jugar todos.

Si en el último medio siglo alguien no ha aprendió euskera no es porque los huesos de Franco desde la tumba, vía médium o güija, se lo haya impedido, no es porque haya sido un idioma reprimido, como se empeñan en cacarear, con k griega, para justificarse, es porque no le ha salido libremente de los cojones con ce. ¿De verdad alguien piensa que Ibai, ese youtuber de Bilbao que ven ahora todos los jovenzuelos, utiliza el español y no el euskera en sus retransmisiones porque el dictador de obliga desde el más allá?

Recordemos que en Irroña es desde el propio régimen dictatorial de donde surgen las primeras ikastrolas allá por los años sesenta del viejo siglo XX. A ver si hay que volver a explicar quiénes fueron los impulsores o ya les quedó claro cuando le dieron a uno de ellos la medalla de oro de Navarra, pusieron el grito en el cielo los aberchándales de base porque era franquista, hasta que algún aberchándal mandamás ordenó callar, porque estaban haciendo el ridículo pidiendo que le retiraran la distinción a uno de los suyos.

El euskera perdió su oportunidad de ser un idioma de comunicación hace mucho tiempo, cuando desde el aberchandalato se decidió que ser euskaldún y aberchándal era todo uno, no se podía disociar, no se podía disentir en euskera del proyecto nacionalista porque eso te convertía en doble traidor. El idioma como herramienta de comunicación lo mataron los aberchándales, por eso ahora solo pueden aspirar a imponerlo como herramienta de diferenciación con el vecino riojano o burgalés o cántabro.

Y para los cansalmas de que es que los idiomas hay que regarlos de millones públicos para que no desaparezcan, les repetiremos lo de siempre: los idiomas si tienen un diccionario y una gramática publicada, como es el caso del euskera, no desaparecen, se dejan de usar, que es una cosa diferente. ¿O acaso el latín que no se utiliza como lengua de comunicación desde hace mil quinientos años ha desaparecido? Pues no, ahí sigue, en las estanterías de casa de todos aquellos que quieran tenerlo. Y eso es todo.


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