• sábado, 05 de octubre de 2024
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Opinión / A mí no me líe

La guerra privada del PSOE contra dos hormigas de peluche

Por Javier Ancín

"24 millones de presupuesto tiene el programa que le han montado los del PSOE a Broncano porque Sánchez odia a Pablo Motos. Y el rojerío feliz".

Pablo Motos junto a las hormigas Trancas y Barrancas. El HORMIGUERO
Pablo Motos junto a las hormigas Trancas y Barrancas. El HORMIGUERO

Asistir atónito al mundo es la única fórmula que me funciona desde hace tiempo. Mirar todo desde una distancia sideral, tras un café matutino o una cerveza cuando cae la tarde. En Pamplona no hay puestas de sol, pero hay una luz curiosa, entretenida, cómoda, incluso, atención, agradable, que se pone sobre los tejados de la plaza del Castillo. Una pena que esta ciudad sea tan gris y tan nublada para que el fenómeno se pueda observar cada día.

Lo pensaba ayer, buscando esa luz, sentado en una terraza, lo de otra época que es eso de acomodarse a una hora concreta, encender la tele y tragarte un programa de tal minuto a tal otro. Si no coincides con esa franja te lo pierdes, como te perdías los dibujitos de los sábados y domingos después de comer cuando te llevaban al campo, al puto y aburrido campo, a pasar el día.

 Aún no se habían generalizado los vídeos en las casas y ese programar el aparato, que daba una paz más grande que caminar durante horas por una senda embarrada, pedregosa, al borde del esguince continuamente y que a mí me ponía de los nervios, no existía. El campo, como la playa, deberían de estar asfaltados. El campo solo merece la pena desde las alturas de un telesilla y el único aliciente que le veía era el de, a ver si hay un poco de tráfico a la vuelta, llegamos tarde y no me mandan a misa de siete con mi abuela. Me quedaba sin paga, pero también sin ese rato eterno angustioso de cantos desafinados y depresivos. Así descubrí que el dinero no da la felicidad, amiguitos.

Que me disperso por la senda del ateismo, que no del anticlericalismo, que a mi los curas salvo la mala bestia del obispo Setién y Bergoglio, que es más rojo que Satanás, no me han hecho nunca nada.

Decía que para uno como yo, que no enciende hace lustros la tele ni cuando llega solo a los hoteles, lo que está pasando estos días me tiene fascinado. Atónitamente fascinado, boquiabiertamente fascinado. Dos millonarios peleándose por ver quién consigue que más mileuristas se sienten a una hora concreta, cada día, frente a la tele.

Si no fuera porque Broncano cobra 24 millones de euros de dinero público por hacer el mamarracho en prime time, la cosa sería graciosa.

24 millones de presupuesto tiene el programa que le han montado los del PSOE a Broncano porque Sánchez odia a Pablo Motos. Y el rojerío feliz. En vez de salvar a los enfermos de ELA a los que el gobierno y sus socios llevan vacilando años, retirando una y otra vez la ley que podría salvarlos de morir ahogados, están en una guerra total contra dos hormigas de peluche de un programa de entretenimiento de una televisión privada.

Con todo, en esta nueva guerra de lo público derrochando millones contra lo privado que genera sueldos, el espectáculo está en los espectadores. Ojalá ser un espectador de espectadores, como aquellos muñecotes que colocaron los del Equipo Crónica en el frontón Labrit de Pamplona durante los Encuentros 72, el punto más moderno alcanzado nunca en esta ciudad.

Puestos a no ver ninguno de los dos programas, prefiero no ver el de Motos, claro, que al menos paga impuestos su cadena, no como el de Broncano, que está en una cadena que solo se los pule a mayor gloria de un narciso como es Sánchez. Lo público siempre, esta vez no iba a ser diferente, es lo privado del PSOE. Y eso es todo.

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